Renovadas ilusiones y antiguas manías

29/08/2016 @Mariluzsanchez

El Real Zaragoza consigue tan sólo un punto de su visita a Lugo pese a haberse adelantado en el marcador por uno a tres. Pierde el liderato pero se mantiene en puestos de play off.

 Recuperados ya de la resaca de Palamós, el Real Zaragoza ha despegado en la Liga 123 y parece que con intenciones de tener una vuelto de altura y tranquilo. Para remediar los males acumulados en las últimas tres temporadas ha tomado el mando en el banquillo Luis Milla, en el césped los galones los ponen quienes los tuvieron siempre, es decir, Rubén Gracia "Cani" y Alberto Zapater. Dos jugadores que salieron de la Romareda demasiado pronto para conocer mundo y vuelven afinando su recta final en el fútbol profesional para hacer valer la experiencia acumulada y las ganas de seguir dándolo todo por nuestro escudo que, en este caso sí, es también el suyo.

Se fue Diego Rico, el chico que siempre supo sobreponerse a todo y acabó ganándose a la grada, y han venido cromos nuevos, muchos, demasiados, como cada verano. Cubre el lateral izquierdo Jorge Casado, para la derecha Fran Rodríguez, al centro de la defensa Marcelo Silva y Popa secundan a Cabrera que continúa -de momento-, al extremo izquierdo se ha unido Xumetra, Alex Barrera para el medio campo y, por supuesto, renovación en la portería con Xabi Irureta. También ha vuelto Edu García y se reincorporó Manu Lanzarote.
 
Así las cosas y los remiendos. Los blanquillos han comenzado el reto liguero para el ascenso con muchas cosas nuevas que ofrecer, entre ellas la intencionalidad en el juego o lo que es lo mismo tener por fin en la brújula marcadas las coordenadas de por dónde deben orientar su fútbol. Además, Zapater y Cani dan el salto de calidad, junto a Manu Lanzarote, necesario para crear diferencias en los noventa minutos, siempre y cuando los quieran y puedan aguantar esos noventa minutos.
 
De hecho, tanto en la primera jornada contra el UCAM Murcia como el pasado sábado contra el Lugo, los desajustes más llamativos comenzaron con la ronda de cambios y con el lógico bajón físico de estos tres jugadores. Hace una semana se hizo lo que se debía con un rival de escasa entidad, se le ganó con solvencia en el marcador y en el juego. Frente al Lugo el camino prometía ser el mismo aunque con un contrario mucho más hecho y completo, pero parece ser que hay tics, manías que a los jugadores zaragocistas les cuesta quitarse de encima.
 
La noche en el Anxo Carro comenzó bien, con un Real Zaragoza que destilaba superioridad, Ángel Rodríguez entonado desde el minuto uno en particular guerra por demostrar que es el delantero que necesitamos -de momento va ganando batalla a batalla-, y con un Lanzarote haciendo méritos para que los que renegamos de él volvamos a elevarle altares. No en vano, fue el catalán el que atinó en el minuto catorce a empujar un balón que el José Juan dejó pasearse por la línea de gol. La presión a la salida del balón desde el delantero, el apoyo de Morán en la destrucción, la respiración asistida del ejeano a los laterales y la defensa y los pases de tiralíneas del de Torrero estaban dando sus frutos.
 
Pero, el pasado siempre vuelve y en este caso lo que volvió fueron los desajustes defensivos, la falta de intensidad y atención en los apoyos de los laterales, Isaac y Casado, que se veían desbordados e incapaces de coordinarse con Marcelo Silva y Leandro Cabrera. El primero un central más lento de lo que sería deseable y el segundo en su particular mundo pasado de revoluciones. Fue así cómo Pedraza encontró un hermoso hueco junto al palo que debería haber estado defendiendo Irureta que ante su soledad en el área pequeña, ya que la línea de cuatro se vio sobrepasada con facilidad, no supo colocarse para defender su posición. Sabor amargo el de este empate por el cómo pero todavía quedaba mucho partido y los maños seguían formando seguros sobre el verde.
 
A la reanudación tras el descanso, Ángel afinó puntería y en apenas diez minutos puso el marcador más que favorable para los visitantes. Primero aprovechó el generoso esfuerzo de Alberto Zapater, que vio la oportunidad en un errático saque de puerta del guardameta lucense, y luego cazó con calidad de killer un balón bombeado desde la defensa por Cabrera para rematar el encuentro.
 
Al menos así parecía y así debería haber sido. Cuando tienes un marcador favorable como visitante de un gol a tres no puedes dejar escapar la victoria. Sin embargo, lo de no saber matar los partidos parece ya cosa genética de este Real Zaragoza. Demasiados minutos por delante y excesiva relajación. Más aun cuando se introdujeron los cambios que dejaron fuero a Erik Morán, Lanzarote y Cani. El primero dejó su hueco a Javi Ros que no supo encontrar su sitio en el partido, del mismo modo que Xabi Irureta no supo encontrar su sitio entre Lele Cabrera y la portería, realizando una salida suicida que supuso el segundo gol de los del Lugo.
 
No pasaba nada, quedaba tiempo y Ángel seguía teniendo asistencia para generar ocasiones, hasta que sus principales proveedores dejaron también la partida y con Fran como extremo diestro y Wilk intentando regenerar la medular ya nada volvió a ser igual. Los locales se sintieron espoleados y tan sólo tres minutos después del segundo tanto se llevaban el premio del empate dejando al descubierto las carencias o errores defensivos de este Real Zaragoza.
 
Aquí sí que el fondo del paladar de los zaragocistas, de los que estaban allí y los que lo vieron por la televisión, se secó y destiló amargura y resignación. En un partido con muchos puntos positivos al final no se había sabido templar el juego lo suficiente para amarrar tres puntos de los que ahora nos olvidamos pronto pero que a final de temporada siempre se quedan al debe.
 
La perspectiva es buena, no hay margen para rasgarse vestiduras y suicidios en masa, lo que queda es trabajo para detectar los errores y solucionarlos. Para ello van a ayudar los tres días que quedan hasta el cierre de mercado y las posibles incorporaciones de última hora que Narciso Juliá consiga para la escuadra zaragozana. Mientras tanto, nosotros aquí seguiremos, dónde sea pero contigo y esperando a los vecinos del norte.
 

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