Trabajar para vencer

06/09/2016 @Mariluzsanchez

El Real Zaragoza consigue los tres puntos en un complicado encuentro frente al Huesca pese a jugar toda la segunda mitad en superioridad numérica. Los blanquillos vuelven al liderato.

La tarde zaragozana ardía en el cemento de la Romareda, agobiaba la temperatura en un estadio repleto para ver a nuestro Real Zaragoza. En frente, la SD Huesca. Dicen que es un derbi, sentimos que es una desafortunada coincidencia coyuntural, conocidos encontrándose en un andén de paso esperando trenes opuestos.
 
Sobre el césped compadecían de nuevo los blanquillos después de la decepción de Lugo y lo hacía con lo que el que parece ser el once que nos aprenderemos de carretilla de aquí a final de temporada, o quizás hasta diciembre, dependiendo de cómo los astros se alineen con la buena estrella de Luis Milla. El enmarañado Huesca de Anquela, capitaneado por Juanjo Camacho, es un rival complicado, ejerció una buena presión en la medular que impedía la creación fluida del Real Zaragoza y de la mano de Samu Sáiz desequilibró la defensa maña que sigue flojeando por los bordes.
 
El contrapeso lo puso Alberto Zapater, cada día recuerda más al chaval de esfuerzos inagotables que se ganó el corazón blanquillo hace una década. Sostiene al equipo desde el enganche y hace útil la limitación táctica y técnica de sus compañeros. El chico bueno para todo, que alguien le deje una propina.
 
El primer susto vino de la mano de Urko Vera que se quedó con demasiada facilidad delante de Irureta quién desbarató el disparo. Despejada la tontería inicial el balón empezó a fluir mejor entre Cani, Xumetra, Lanzarote y Ángel. El de Torrero tendrá que hacer horas extras para explicarles a sus compañeros dónde se supone que deberían estar para hacer válidos sus extraordinarios pases. A diferencia de Zapater, Cani no es el de hace diez años, es un jugador mucho más maduro, inteligente en las lecturas aunque el mismo niño pillo que ve lo que nadie más imagina. Nadie salvo Manu Lanzarote. Qué bueno para nosotros si os hubieseis conocido antes.
 
A pesar de demostrar que el equipo blanquillo tenía más peso sobre el campo, no acababa de hacerse con el dominio del encuentro ni de afinar la puntería frente a un acertadísimo Herrera.
 
Casi al filo del descanso, los oscenses se quedaban en inferioridad tras la aplicación del reglamento por parte del árbitro, es decir, por hacer el trencilla su trabajo. Guste o no guste es reglamento, el mismo para todos, y es el jugador quien debe tener la inteligencia mínima para provocar con el incumplimiento del mismo expulsiones innecesarias. Mucho tiempo por delante y a la vuelta del receso empezaba un nuevo partido.
 
Lo cierto es que la actitud competitiva del Huesca disminuyó el impacto de la inferioridad pero dejó todavía más sólo en esto de jugar con el balón a Samu Sáiz y a Urko Vera en su isla particular. Por su parte, el Real Zaragoza afinó mejor el control del juego aunque sin encontrar huecos en la muralla altoaragonesa. Para horadar en ella, Milla recurrió a Juan Muñoz, difícil valorar su media hora en la que le costó acoplarse a Ángel Rodríguez pero dejando muchos detallitos de buen delantero. Atrás Cabrera renqueaba de su pierna izquierda y Marcelo Silva sufría en las contras aunque resolviendo con tranquilidad todo lo que rondó las inmediaciones de Irureta. Fran entró para refrescar la banda derecha a la que se aproximó Cani que retrasó su posición para apoyar las labores defensivas de sus compañeros y conseguir tener la manija desde la zona de la zaga. Inteligencia al servicio de la necesidad.
 
Muchos ajustes y mucho sacrificio a treinta y cinco grados y ni un ápice de aire. Quizás por eso se agradecen más que no bajasen los brazos ni diesen por bueno el empate los blanquillos, como sí que lo hizo en un momento dado Anquela que veía bien sumar un punto mejor que ninguno y dejó sin relevos a unos jugadores ya exhaustos. El técnico turolense, sin embargo, cerró la ronda de cambios con Popa que ocupó el espacio de Leandro Cabrera.
 
No tuvo prisa José Antonio Anquela hasta que Casado aprovechó un lío en el área para encarrilar el esférico al fondo de las redes. Despejes fallidos, dejada in extremis de Ángel y gol para cerrar un partido merecido. Merecido porque no se dio por perdido ni empatado nunca, merecido cuando el rival sólo corre para aprovechar que tu delantero está con la cabeza abierta atendido en la banda, merecido porque se quiso, merecido porque sí y punto, porque el que gana lo merece.
 
Entonces sí que tuvo emergencias el banquillo visitante, en los cuatro minutos de descuento donde dio entrada a Kilian y Vadillo para conseguir lo que le valía diez minutos antes y que cedió cinco después. Jugador de chica, perdedor de grande.
 
Y en éstas, ya terminando, Xabi Irureta quiso ponerle emoción a nuestros achicharrados corazones con dos salidas en falso que dejaron a cero la suma y resta de aciertos y cantadas.
 
¿Cómo explicar que sí merecimos ganar pese a los expertísimos análisis de los grandes gurús de la opinión balompédica?, mirad al capitán, observad su rictus, valorad su sudor, sentid su rabia y no os limitéis a contar lo que creéis equitativo por políticamente correcto. No quedéis bien, ni mal, olvidad las palabras adecuadas, sólo dejad que nos guíe la entraña del fútbol hecho hombre y Cani su profeta.
 

A disfrutar que ya nos tocaba. 

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