7 días, 7 puntos. ¡Sí se puede!
Fútbol, ese lugar común donde se mezcla lo divino y lo humano, las plegarias al cielo y las mil y una maldiciones a nuestra mala suerte. Fútbol, lágrimas y alegría desbordante. Real Zaragoza, la razón de ser de una afición caritativa que se entrega sin esperar nada con la esperanza de la salvación en un acto de fe constante. Fe, esperanza y caridad. Amén.
Y es que es imposible que creyentes y ateos, fieles todos del león, no nos hayamos acordado esta última semana en algún momento de la Virgen del Pilar porque pareció obra suya que Aduriz no acertase con los tres palos en Mestalla o que el colegiado estuviese tan escrupuloso en el penalti, incluso dicen que se le vio colgada de los tacos de Ángel Lafita cuando cruzaba el campo camino del área de Guaita para asistir a Apoño. Hablan los ecos de la Romareda de que era ella la que en la mañana de ayer cubría los palos de la portería de Roberto cuando Falcao remataba a puerta vacía en la primera parte. Tal vez sí que sea ella la que se ha revuelto contra nuestra mala suerte ahora que ya nos ilumina la primavera. Da igual, llámalo energía.
La certeza es que cuando ya esperábamos que las matemáticas nos mandase a la segunda división, siete únicos días han bastado para darle la vuelta a la situación. Primero fue el injusto empate frente a Osasuna, luego la inesperada victoria, épica victoria contra el Valencia y finalmente el penalti en el último minuto para vencer al Atleti. Tres partidos y siete puntos que sacan al colista del ostracismo, nos igualan al resto de rivales en descenso y acercan la permanencia a seis puntos o lo que es lo mismo, dos partidos de diferencia con el Villarreal al que le tenemos ganado el golaverage particular.
Empecemos por el principio. Mestalla, miércoles, ocho de la tarde, diecinueve años sin una victoria allí, la última fue con gol de Don Francisco Higuera, nada que ver este equipo con aquel. Sin embargo, éste, el de los caminantes, se hizo equipo a orillas del Turia. Aprovecharon los blanquillos la coyuntura de desconcierto y descontento que están viviendo los valencianistas para hurgar en la herida hasta conseguir que sangrase. A pesar de la expulsión de Pablo Álvarez en la primera parte, los maños mantuvieron la intensidad defensiva que coronó un excepcional trabajo de Roberto Jiménez bajo los palos. Encajaron los golpes uno a uno y se tragaron el dolor de los calambres para remontar el uno a cero inicial, marcado por Pablo Hernández y que parecía ser el primero de muchos. Nada que ver. Primero un penalti antes del descanso y luego un magnífico contragolpe de Ángel Lafita cuando ya suplicábamos por mantener el empate, fueron el camino a la victoria. Partido de garra y lucha en el que los jugadores corrieron hasta la extenuación. Los pudimos ver en los últimos minutos tirados por el suelo, suplicando la asistencia de los compañeros para relajar la musculatura de sus piernas. Mantuvieron el resultado aun cuando el árbitro ponía el redoble del más difícil todavía con la roja a Zuculini. Nueve leones frente al primero de los equipos alcanzables.
Después de la emoción valenciana, la cita era el domingo a las doce frente al potente Atlético de Madrid de Simeone. La Romareda de gala y los jugadores aleccionados. Manolo Jiménez adecuó, como siempre, la alineación al rival y a los efectivos escasos de los que dispone. De esta manera, la línea de cuatro era para Lanzaro, Paredes, Mateos y Abraham. La defensa: la labor de corte Mateos y el despliegue de Paredes en el marcaje a Falcao merece una mención especial en esta crónica. Más difuso estuvo Abraham que ocupó el lateral izquierdo con el complemento de Obradovic por delante lo que hacía que se estorbasen mutuamente en el recorrido de la banda, de hecho, la situación mejoró bastante en la segunda parte cuando el cansancio obligó a los cambios y a la recolocación del serbio en labores defensivas y de Minero en el lateral derecho. El centro de campo contó con el trivote formado por Dujmovic, Apoño y Pinter. Pinter: increíble el partido que desarrolló el húngaro; en tensión durante los noventa y tres minutos, jugó primero acompañado de Dujmovic y luego, en la segunda parte, solo por delante de los centrales, para finalmente terminar acompañando a Paredes en la defensa. Daba igual dónde, Pinter se echó el equipo a la chepa y compartió responsabilidades, sabedor de sus limitaciones, con Antonio Galdeano. Sí, Apoño. La medular atlética naufragó entre nuestros chicos.
Los madrileños eran delantera, casi inédita aunque temible, y una defensa casi inexpugnable con la que guerreó todo el partido Helder Postiga, contra la que se estrelló una y otra vez Luis García. Eso sí, ni esa dura retaguardia ni el agotamiento de un sol de justicia hicieron bajar los brazos zaragocistas. Esta vez no.
El cero a cero era una contaste en el marcador que incluso en la grada se daba por buena cuando ya mediaba el segundo tiempo. Pero no, a Jiménez no le bastaba y jugó al ataque con los cambios. Primero Micael por Dujmovic que hizo jugar al equipo más cerca del área. Luego Lanzaro por Edu Oriol que profundizó en las líneas enemigas. Por último, Juan Carlos por Mateos por necesidad. Cambio valiente cuando el cansancio ahogaba.
Por una vez, la propuesta futbolística y la actitud maña tuvo recompensa. Porque sí, porque ya tenemos propuesta futbolística, veintinueve partidos después, no es la más bonita ni la más estética pero la necesaria para nadar en un mar de tiburones. Resistencia y constancia. Velocidad y buen tino. Un equipo rocoso que rentabilice las ocasiones ofensivas. Por fin.
Esta vez la tensión duró hasta el noventa y tres. La grada del estadio zaragozano mostraba su mejor cara, la del aliento unitario, las palmas enrojecidas y las bufandas revolanderas. Fue de penalti, justo en el último minuto pero fue. Godín arrasó a Postiga en el área y Apoño pintó nuestras lágrimas de color esperanza. Explotó el zaragocismo en lo que ya creían que no caerían más, en el sufrimiento de creer. Creer que se puede.
Los resultados de los rivales no acompañaron en esta jornada como nos hubiese gustado pero pasito a pasito ya se divisa la línea de playa. No dejemos de nadar ahora, por favor. Quedan nueve partidos, nueve finales en las que no tenemos que preocuparnos de sumas y restas. Sólo vale ganar para seguir adelante. Sólo ganar.
De camino a Gijón recordad que en la ribera del Ebro resuena un cántico: ¡sí se puede!
Ficha del partido (Real Zaragoza-Atlético de Madrid):
Real Zaragoza: Roberto, Lanzaro (Edu Oriol, min. 65), Mateos (Juan Carlos, min. 79), Paredes, Abraham, Obradovic, Dujmovic (Ruben Micael, min. 48), Pintér, Apoño, Luis García y Hélder Postiga.
Atlético de Madrid: Courtois, Perea, Godín, Domínguez, Filipe Luis, Assunçao (Mario Suárez, min. 60), Koke (Fran Mérida, min. 63), Arda, Salvio (Diego, min. 69), Adrián y Falcao.
Goles: 1-0, Apoño, de penalti (min. 90).
Árbitro: Alberto Undiano Mallenco (comité navarro). Sin amonestados por parte del Real Zaragoza. Por el Atlético de Madrid a Salvio (min. 20), Koke (min. 60), Diego (min. 82), Mario Suárez (min. 89) y Godín (min. 90).
Anjuel&Salduie
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