La Romareda vivió el pasado domingo una tarde de nostalgias. Una tarde marcada por el recuerdo y la despedida de un jugador que fue parte vital del vestuario en uno de los mejores equipos que han formado nuestro Real Zaragoza. Una tarde en la que el ambiente de la Recopa, el ambiente de aquel fútbol y de aquel equipo invadió toda la grada. Un equipo y una afición que latía y vibraba como uno solo. Un equipo en el que el fútbol era una excusa para deleitar con primorosos espectáculos plenos de emoción y de alegrías.
La Romareda entristeció en un respetuoso minuto de silencio, plagado de recuerdos.
Adios Sergi López.
Tras este minuto, los siguientes 90 se vieron marcados por el espíritu de aquellos días. Y emergió el fútbol, la emoción, la presión de la grada, los goles y finalmente (como tantas tardes de aquellas) el éxtasis final. Y por encima de todos emergió la figura de un catalán que acabó con una ovación que no se oía desde hacía tiempo. Un delantero que no marcó ni tuvo ocasiones claras, pero que con su lucha, su brega y su calidad desmontó la cerrada defensa del Getafe. Un delantero que asistió, que provocó una expulsión y que se desmarcó y se fue de los centrales madrileños siempre que quiso.
La Romareda, puesta en pie, le agradeció el generoso esfuerzo.
Hola Sergio García. Bienvenido a La Romareda.
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