Al borde del abismo

23/04/2013 @xopozaragocista

Otro partido horroroso e insoportable. Otra derrota más y ya son quince partidos consecutivos sin ganar, cinco de 45 puntos posibles. Datos y números con los que se puede producir el descenso de cualquier equipo perfectamente. Por mucho que lo reitere una y otra vez Manolo Jiménez, ayer sólo hubo un equipo en el terreno de juego. El Celta, con una calidad futbolística muy escasa, demostró que, por lo menos, conserva algo de orgullo y alma.

 El Real Zaragoza ya es colista de Primera División. Sólo se encuentra a tres puntos de la salvación y quedan seis jornadas, de las cuales cuatro se disputarán en la Romareda. Pero las sensaciones que lleva demostrando este equipo son nefastas y parece condenado a un descenso definitivo a los infiernos. Además, ayer se igualó la peor racha de la historia del club en la máxima categoría del fútbol español: 15 partidos consecutivos sin ganar, cuando semejante dato escalofriante sólo se dio en la temporada 42-43, con Jacinto Quincoces, y también acabó descendiendo.

El conjunto maño demostró ayer una incapacidad tremenda para ganar a cualquier rival, ni siquiera al que hasta ayer era farolillo rojo de la tabla clasificatoria. Y eso que el partido no pudo empezar mejor. Algo de dudas e imprecisiones se vieron en defensa, con un par de despejas horrendos de Sapunaru y se notaba la inseguridad que trasladan Pintér en el centro del campo y Loovens y Paredes como dupla defensiva.

Se supone que Jiménez puso al húngaro de “stopper”, pero lo único que hizo bien durante todo el partido fue un disparo peligroso que desvió Javi Varas. Durante la gran mayoría del encuentro la medular tuvo color celeste. Pero los avispas eran capaces de hacer daño a balón parado, y así fue. Apoño templó perfectamente una falta y el remate de Sapunaru acabó en el fondo de las mallas.

Un golpe que tenía pinta de ser mortal para el Celta, pero enfrente tenía a un equipo sin seriedad alguna y muy débil. El Zaragoza se cerró atrás, muy atrás, y cedió el balón totalmente a los celtiñas y confió su suerte a posibles contras. Los vigueses apenas poseían calidad en sus botas, pero si tenían algo fundamental en esto del fútbol para llevarse los tres puntos tan necesarios: ganas de querer conseguir la victoria. Todo lo contrario que los aragoneses, que se colgaron del larguero.

Y esas posibles contras a las que se encomendaba el Zaragoza para hacer el segundo tanto, resultaron inútiles. Montañés estuvo muy espeso durante todo el envite y defensivamente no ayudó absolutamente  nada a Abraham en la banda diestra ;  Postiga, en su propia isla, como viene siendo habitual, debido a la nula combinación de su equipo; y Rochina pecó de nuevo de individualista. El de Sagunto tiene un gran desequilibrio y verticalidad, armas peligrosas, pero abusa demasiado del balón y siempre toma las decisión equivocada. Cuando pasa, no le da el cuero al mejor compañero colocado. Incluso la jugada del empate viene precedido por una jugada suya que intentó regatear a todo el que se le pusiera por delante y le quitó un gol cantado a Postiga.

El centro del campo era un solar. Apoño apenas se movía y colaboraba en la creación de algo de juego, Movilla estaba totalmente descolocado y hastiado, y Pinter muy lento en los movimientos que exige ocupar tal posición. Hasta que llegó el empate del Celta, con un cabezazo de Alex López en el que Roberto pudo hacer mucho más. El meta madrileño transmitía, una vez más, inseguridad en todos los balones aéreos que pasaban por su área.

 

La segunda mitad fue un bodrio, un partido inaguantable. Dos equipos con un mínimo nivel futbolístico. La única diferencia es que los gallegos parecían ser los únicos en saber que los tres puntos eran fundamentales para la lucha por la salvación. Por mucho que diga Jiménez, el Zaragoza no intentó ganar el partido en ningún momento y se dedicó a especular con el resultado y a esperar su oportunidad, que no llegó. Es de lógica, si no buscas no encuentras.

El Celta colgó balones al área para que Mario Bermejo aprovechara su poderío en el juego aéreo. El ariete celeste muchas veces se desplazaba hacia la derecha durante todo el partido y por esa banda llegó casi todo el peligro, algo que no supo solucionar Jiménez. Además, la zaga maña sólo era capaz de parar a sus veloces contrincantes a través de faltas. A balón parado seguía pudiendo hacer daño el Zaragoza, pero el tanto de la victoria vigués llegó en los estertores del encuentro, en una jugada horriblemente defendida, para que Bermejo diera esperanzas a toda la afición celtiña.

Los zaragocistas se fueron desolados de Balaídos, siendo colistas y con una afición de un rival directo cantando el “Sí se puede” que tanto popularizaron ellos el año pasado. Este año la dinámica es totalmente inversa y el Zaragoza huele a Segunda División.

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