Sonaba L'Albada de José Antonio Labordeta y las palmas desacompasadas de la grada parecían el preámbulo de lo que íbamos a ver en el campo segundos después. Pases a destiempo, carreras estériles, balones a la nada y la maldita mala suerte colgada de la chepa.
Y contra eso, ¿qué hacemos?. Dicen que la suerte también hay que buscarla y en el fútbol eso es una verdad incuestionable. A falta de talento necesitas trabajar hasta que los jugadores asimilen el sistema mecánicamente, la táctica, que cada uno sepa dónde engranar sin desmontar la maquinaria. En ese sentido al Real Zaragoza le faltan infinitas horas de labor para evitar que los extremos cabalguen cual llanero solitario hasta el fondo, mientras los laterales no pasan de la raya de centro de campo, conseguir que nuestros jugadores no choquen entre ellos o que la única posibilidad de ataque sea un balón largo a un único jugador que intente ver puerta, de otra manera la elaboración del juego en la frontal se vuelve tosca e inútil.
Aun así, las gotitas de calidad que tienen gente como Bertolo, Lafita, Ander Herrera o el debutante Kevin Lacruz, sumada a la fuerza de Gabi, nos dejaron con el "¡uy!" en la boca y los brazos levantados cuando el cabezazo cruzado de Nico Bertolo se fue rozando el palo en la primera parte. Al palo contrario al que se lanzó Calatayud -inexpugnable toda la noche- para sacar una buena falta botada por Sinama Pongolle, ese señor que viene a ser como una especie de ente independiente al resto de compañeros, y como él cualquiera de los delanteros que jueguen ahí, que no sabes si van o y si vuelven, si están o se van, que viven en la soledad del niño con el que nadie quiere jugar en el patio del colegio.
No sabemos si eran esas rayas imposibles o si realmente Trezeguet estaba pasado de peso -de lo de Drenthe no tenemos dudas- pero se oyó un murmullo entredientes en el graderío que decía aliviado, menos mal que no ha venido. Porque aunque se llevase el premio gordo el otro día en Barcelona, el Hércules sigue siendo el Hércules, al que le contábamos a la oreja el secreto de que el cuarto no sube -no estaríamos tan lejos nosotros para poder hablarle tan de cerca-. Lo que sí tiene el Hércules es a un tipo como el "Boquerón" Esteban, uno de esos entrenadores que nunca entrenará a la elite pero que siempre tendrá el reconocimiento de los entendidos, un currante de los banquillos que consigue hacer del equipo una homogeneidad y pulirlo para que parezca bonito aunque se tenga que mover en la mediocridad.
Tampoco molestó mucho el equipo alicantino, lo justo para un par de paradas cardiacas de los aficionados pero Leo Franco actuó de desfibrilador. El argentino va ganando confianza después del varapalo del día del Málaga y en el uno contra uno es un auténtico seguro, lo cual está muy bien porque va a ser una situación habitual en su vida zaragocista. Al menos ayer la defensa estaba más asentada, menos desquiciada que otros días, tan sólo Diogo desentonó negativamente en la línea. Está torpe y lento el uruguayo, pero no hay recambio. Jarosik, en la segunda parte, dió solidez y elasticidad al equipo sumándose en más de una ocasión a la medular, además de ser uno de los jugadores más peligrosos en ataque cada vez que subía a rematar alguna falta y corner.
La segunda parte fue prácticamente un monólogo del Zaragoza, no era Sheakespeare, pero teníamos el control y a Kevin Lacruz haciéndose mayor, es uno de esos jugadores que hace mejores a sus compañeros y feliz a la afición. Ahora bien, si además de a la mala suerte, a la falta de calidad y a un rival muy bien guarnecido atrás, también te tienes que enfrentar al señor colegiado, en tal caso dan ganas de alegrarse por el empate a nada. Doble vara de medir en las tarjetas, mala aplicación de la ley de la ventaja e incluso un par de jugadas polémicas en el área de fondo norte. Muy malo.
Casi tan malo como el remate de Marco Pérez. Estamos seguros que con un acompañante ganaría en efectividad y confianza, o -perdón por la maldad- aprendería a ponerse las botas del derecho. Aunque claro, si el muchacho sale a falta de 13 minutos y el acompañante -Braulio- a falta de 5 para el final, pocas o ninguna opción va a tener de desquitarse de los fallos anteriores. Aun así tuvo tiempo de sumar dos errores más, que seguramente hubiesen pasado más desapercibidos si no hubiesen sido en los minutos finales del encuentro cuando todos teníamos los nervios a flor de piel por ver escapar de nuevo la victoria, y también por ver la pasividad del banquillo. Nos faltó un cartel luminoso con lucetas de color: "¡Gay, haz cambios!". No debemos de ser muy buenos con lo de la telepatía porque no conseguimos que reaccionase hasta el minuto 77. Inaudito. ¿Acaso nos valía el empate? No.
El domingo vamos al Calderón. Siempre es bonito jugar en aquel campo aunque metiríamos si dijésemos que tenemos alguna esperanza de sacar los 3 puntos. El lunes será otro día.
Ficha del partido (as.com):
Real Zaragoza: Leo Franco; Diogo, Jarosik, Contini, Obradovic; Gabi, Kevin Lacruz; Lafita (Braulio, min.86), Ander Herrera, Bertolo (Boutahar, min.83); y Sinama Pongolle (Marco Pérez, min.77).
Hércules: Calatayud; Cortés, Abraham Paz, Pamarot, Peña; Fritzler, Abel Aguilar; Rufete (Kiko Femenia, min.74), Tote (Tiago Gomes, min.66), Drenthe (Sendoa, min.83); y Trezeguet.
Arbitro: Iglesias Villanueva, del C. Gallego. Amonestó con tarjeta amarilla a Obradovic, Ander Herrera, Kevin Lacruz y Lafita, del Real Zaragoza, y Abraham Paz, Tiago Gomes y Fritzler, del Hércules.
Partido correspondiente a la cuarta jornada de liga disputado en el estadio de La Romareda ante unos 18.000 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por el reciente fallecimiento del cantautor aragonés José Antonio Labordeta.
Anjuel&Salduie
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