El Real Zaragoza sufrió un nuevo robo arbitral. Las decisiones del colegiado impidieron puntuar a los blanquillos que ven cómo se complican sus opciones de ascenso en la recta final de la Liga.
Si quieres pasar un rato de entretenimiento los fines de semana, éste no es tu sitio. Si te gustan las cosas simples, éste no es tu sitio. Si lo que buscas es risas y diversión, éste no es tu sitio. Si tienes fuerzas para seguir en pie pese a los golpes, si sólo atiendes a los que te dicen que vuelvas a intentarlo, si entendiste que nadie dijo que iba a ser fácil, entonces, bienvenido a la Romareda.
Cada domingo se convierte en un nuevo reto, el de mantener en alto la nobleza y el valor pese a los pisotones arbitrales. No pedimos su ayuda, sólo su ignorancia. Cómo explicarlo. Lo intentamos.
Durante toda la temporada el Real Zaragoza no ha jugado bien, ni bonito, no hemos sido excesivamente regulares pero los suficiente como para ganarnos el puesto por el que peleamos. Reconozcamos que nuestros delanteros no son los más efectivos de la categorías pero han conseguido los suficientes goles como para ser el séptimo equipo más goleador de los veintidós competidores. Y aunque nuestros porteros no sean ningún portento de reflejos, somos el quinto equipo menos goleado. Hemos ganado por nuestros propios méritos un tercio de los partidos diputados. El problema es que los once perdidos o los doce empatados, no han sido todos responsabilidad nuestra.
Hemos hecho desde el agosto pasado lo necesario para estar ahí, para conseguir el ascenso. Pero cuando el objetivo está cerca y deportivamente se ve factible incluso ahorrarnos las eliminatorias por el tercer puesto, sólo la intervención arbitral, un agente externo y no controlable por el zaragocismo en cualquiera de sus estamentos, nos aleja de lo que legítimamente es nuestro. ¿Por qué?.
Ayer era una jornada decisiva. El Gimnastic de Tarragona era nuestro rival inmediato a vencer, lo teníamos a tan sólo un punto y sobre el terreno de juego se reflejó la igualdad de la clasificación. El Nastic es un equipo duro que juega con la velocidad y fortaleza de Emana y su mediocampo para dominar los partidos. Por su parte, los blanquillos aguantaron bien la presión al rival aunque les costó, como de costumbre buscar las líneas de creación para asistir a Ángel y pisar con más peligro al área, y aunque pusieron en jaque a los postes de la portería de Manu Reina no atinaron con la cerradura para abrir el marcador.
Todo muy igualado durante ochenta minutos. Los tarraconenses incluso daban por bueno el punto y estaban dejando pasar la segunda mitad sin pena ni gloria. Nada que destacar. La grada aguantaba ante la indecisión meteorológica que nos regaló un buen chaparrón después del descanso. La Romareda quería y los jugadores lo intentaban. Esto fue hasta que Oliver De la Fuente Ramos decidió que dejase de ser.
En el minuto ochenta, Lobato se fue -falta mediante- de la marca de Isaac y se internó en el área con todo a su favor para asistir a Naranjo. Sin embargo, un soberbio y tajante Guitián se interpuso en su camino, cortó el pase con el pecho y se hizo con el esférico para sacarlo de la zona de peligro. Cuando ya se perfilaba para realizar el pase largo oyó el silbato de De la Fuente Ramos y vio su brazo indicando el punto de penalti. Increíblemente cierto. Sólo él fue capaz de ver más allá y confundir el pecho con el brazo de Alberto Guitián que en ningún momento modificó su posición para ejercer control alguno sobre el balón. Tan imposible como cierto. Naranjo ejecutó la pena máxima.
Repuestos de la rabia ante el expolio aun quedaban minutos por delante para al menos conseguir el empate. En ese intento el colegiado no pudo ignorar un penalti clarísimo en área de los granotas. Lo que ocurrió después fue parte del folclore federativo en el que han decidido poner a bailar a este pobre león de circo. Cual vacuno mirando el tráfico ferroviario se situó en un lateral del área el señor árbitro, mientras Reina intimidaba, empujaba y amedrentaba a Manu Lanzarote que intentaba mantener la compostura con la pelota bajo el brazo, como un chiquillo jugando sobre los charcos del patio del colegio contra los mayores. Malos modos permitidos para una parte que se saldaron con tarjetas para ambos lados. No es llorar, es no entender nada. Hartos de tanta resignación.
Finalmente, Lanzarote desaprovechó la oportunidad del penalti y desquiciado lo lanzó fuera sin opciones de más.
Y nada más. No es una queja, no es una pataleta, es la falta de justicia. Pedimos equidad, no que vengan los Reyes Magos en mayo, que sabemos que están ocupados llenando la tabla de puntuación de otros. Y si no cambia, que sigan porque no seremos nosotros quienes echemos pie a tierra. Ahora sí, ahora más que nunca, seguimos. Nosotros tampoco reblamos. A por el Alcoraz.
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