A contrarreloj

20/01/2019 @Mariluzsanchez

El Real Zaragoza remonta en el Cerro del Espino para conseguir un punto en su enfrentamiento con el Rayo Majadahonda

Hace un par de meses que el hastío y el agujero negro en el que se mece el Real Zaragoza habían bloqueado este teclado. Unos sesenta días en los que Lucas se fue y Víctor volvió.

Creía firmemente que las nuevas generaciones ya oirían hablar de Víctor Fernández en pretérito pero no, ahí está de nuevo, en su banquillo. Podemos sacarle mil defectos, entender que su tiempo en el Real Zaragoza estaba quemado y agotado pero resulta imposible que salte media sonrisa sabiendo que su propuesta de fútbol es puro rock’n roll y los viejos rockeros desafinan pero hasta en cada nota perdida son capaces de arrancar la pasión del público.

En este caso, Víctor se ha encontrado una grada ansiosa de entregarse, deseosa de conectar con su propia esencia y pase lo que pase eso ya ha ocurrido. De momento los números dan un bagaje de siete puntos logrados de doce, dos victorias, una derrota y un empate. Fuera de la pura matemática, la única realidad de la 123, el triste equipo pertrechado por Alcaraz ha mudado en un juego dinámico, rápido, agrupado y ofensivo, donde brillan los Eguaras, Guti, Pombo, Soro, donde disfrutan Igbekeme o Zapater. Pero, sin embargo, el amado balón corretea feliz entre los botines de estos sin encontrar su destino en las redes rivales a la vez que se embarulla en la debilidad defensiva que ni la buena labor del retornado Guitián está pudiendo resolver.

Ayer, en el Cerro del Espino, se enfrentaban los blanquillos al Rayo Majadahonda. Ambos equipos con la obligación de alejarse de la zona baja de la clasificación. Desde el inicio los maños controlaron el tiempo del partido y el juego, lo que no controlaron fue la velocidad de los extremos rayistas, en especial del ex zaragocista Carcelén. En el cuarenta y uno, cuando los atacantes blanquillos había tentado a la suerte de todas las maneras posibles con el infortunio de Gual y el intento de Soro al palo, Ruibal se quedó mano a mano con Cristián que no atinó a achicar el hueco entre su cuerpo y el poste de la portería.

Victoria por uno a cero para los locales en el descanso y a la reanudación la historia fue la misma. Dominio blanquiazul y nuevo gol de los madrileños. Abatimiento y desconcierto en un equipo al que le llegan poco y le marcan mucho, mal acostumbrado a remontar los partidos y no siempre con la suerte de cara para conseguirlo.

Pero la suerte también se fabrica y aquí contamos con buenos obreros. Apretaron filas todos, creció Eguaras en la medular, ganó fuerza el juego con Papu y entre todos destacó el tesón de Alberto Soro que machacó el balón a la red tras un buen pase de Lasure que el ejeano convirtió en esperanza.

A menos de veinte minutos del final se abrió un hueco para creer en otra remontada como la de Gijón. Necesitó Íñigo Eguaras hasta tres disparos en la misma jugada para dar algo de calor a la fría y lluviosa noche del zaragocismo. Se rescató un punto ante un rival directo.

También se evidenciaron una vez más las carencias reales de este equipo porque por allí vagaba desde el minuto sesenta Álvaro Vázquez sin atisbo de enfocar la red. Marc Gual se desvivió como cada partido en intentar ordenar su fútbol bienintencionado e ineficaz. Atrás, el equilibrio defensivo es eso, un funambulista sin red que pierde pie cada vez que suena el redoble del tambor.

Sin tiempo para reflexionar demasiado se encadena la siguiente jornada en la que el objetivo son única y exclusivamente los tres puntos para poder engancharse a la remontada de última hora. Como el última cronoescalada antes de los Campos Eliseos, descontando segundos imposibles a una clasificación que anda tan lejos de París como los viejos rockeros de sus mejores melodías, aunque con cuerdas de la guitarra todavía tensadas para una gira más, con decenas de estadios que llenar.

El próximo, la Romareda, viernes, a las 21h.