Nueva victoria del Real Zaragoza que le aproxima de nuevo y por fin a los puestos de play off. La racha es ya de 16 puntos sobre los últimos 21 disputados.
La fe se pierde habitualmente por los caminos de la razón y el Real Zaragoza atesoró durante las primeras veintiuna jornadas razones suficientes para que los devotos renegásemos de nuestra fe. Sin embargo, ayer, al igual que la semana pasada en Tarragona, la razón y la fe se han reencontrado.
La razón viene de la mano de una solidez estructural en la que Eguaras ha tomado la manija del esquema donde Zapater se ha desplazado a la derecha, menos comprometido en defensa y más libre para sumarse al ataque, mientras que la juventud de Guti y Febas dota del desparpajo y frescura suficiente a la línea media que se engancha con Pombo e Iglesias que viven felices y liberados para las acciones de ataque, no siempre resueltas con acierto pero con una frecuencia óptima. En la base, el equipo crece desde Cristian Álvarez y su extraordinarios momento profesional que da aire a la una defensa que sigue siendo insuficiente respecto al resto del equipo.
Con este mimbre, Natxo González ha enderezado el rumbo de un barco en deriva que este domingo reafirmó no sólo con el resultado una racha positiva que busca puertos más prósperos. El rival era el adecuado para el chute de positividad puesto que el Real Oviedo siempre es un rival complicado, posicionado en la parte noble de la clasificación y con un director técnico, Anquela, que siempre pone en aprietos al Real Zaragoza.
Sin embargo el tono del partido se definió desde el principio. El dominio del balón era para el Real Zaragoza y aunque la alternancia de jugadas dejaba llegadas fáciles al área de Cristian y la maraña defensiva ahogaba -o pateaba- el juego de Aleix Febas, el tempo del partido fue en todo momento marcado por Eguaras que poco a poco fue encontrando los límites de su parcela para tomar mando en plaza del mediocentro.
Las buenas intenciones de Pombo entre líneas, de Guti al acecho y el trabajo de desgaste de Borja se veían repelidos una y otra vez por el magnífico trabajo defensivo ovetense. Pero el orden se vio desbaratado por el talento, el que dictó la jugada del primer gol zaragocista ya en la segunda mitad. Era el minuto sesenta y nuevo cuando el pase de Eguaras trazó un pasillo hasta Buff, que había sustituido a Febas, para que acariciase el balón lo suficiente como para regalárselo a Iglesias que recibió de espaldas en la frontal del área, giró a su derecha y mandó por mensajería urgente un gol a las redes de la esperanza. Justo al lado de donde se alojaría el segundo tan sólo cuatro minutos después, en el momento en que el listo de la clase, Jorge Pombo, burló a toda la defensa azulona y dejó que ellos solos se adjudicasen el segundo gol zaragocista.
Alivio, sonrisas y olas en la grada. Una grada que todavía aguantó la respiración cuando en el noventa Carlos Hernández buscó la redención con el gol de la vergüenza pero que gritó a pleno pulmón que sí se puede y se calentó el corazón creyendo que se puede.
Y se pueda o no esta será ya otra historia. Ya lo es desde el momento en que el Real Zaragoza decidió soportar el duro invierno guareciéndose en sí mismo y alimentó lo que puede ser una espléndida primavera. Levantaremos el vuelo hasta Soria para ver los nidos de águila del Moncayo y dormir nuestro mejor sueño desde hace mucho.
Y desde aquí pido perdón de la única forma que se, girando mis palabras de la absoluta desconfianza hasta la humilde admiración porque hoy creo en ti como nunca debí dejar de hacerlo.
*Foto de heraldo.es
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