Cuestión de valores

10/12/2017 @Mariluzsanchez

El árbitro y los errores defensivos implican una nueva derrota en la Romareda del Real Zaragoza que no acaba de conseguir la regularidad necesaria para aproximarse a los play off de ascenso.

Decía Alberto Zapater a la conclusión del partido que las dos expulsiones habían sido merecidas. Está honrada teoría exime de culpa al verdugo y ayer en La Romareda hubo un claro verdugo que ejecutó al Real Zaragoza aún llamándose Cordero.

 

Las carencias futbolísticas de este equipo son obvias. La ausencia de regularidad y competitividad un hecho que nobleza obliga a reconocer. Estamos muy lejos del rendimiento deportivo y de la capacidad táctica necesaria para encabezar el top six de la Liga 123. Natxo González no acaba de encontrar el largo correcto de la manta que haga de la defensa un elemento tan eficaz como el ataque. En Gijón pareció que el equipo halló cierto equilibrio con la entrada de Papu en el medio campo y Vinicius acompañando a Borja.

 

Así las cosas, frente a un opositor al ascenso directo como es el Cádiz, Gónzalez se decidió a reeditar el once inicial con la esperanza de obtener una victoria que les acercase a los puestos de play off y mejorase la convivencia doméstica con una afición que pese al entusiasmo empieza a agotarse.

 

Todo empezó bien, con alternativas e igualdad en el juego pero pronto empezó a asomar el dedo observante y amenazante del árbitro. Lo cierto es que en el minuto uno Papu realizó una dura, aunque nada excepcional, entrada a José Mari que el trencilla no multó en exceso pero hasta ahí llegaron las prebendas para los locales. No es la primera vez que un árbitro se planta sobre el verde con prejuicios hacia los blanquillos, advirtiendo desde el inicio que con él las cosas no van a ser fáciles y ayer la inexperiencia de Verdasca picó el anzuelo. En el minuto veinticinco el portugués enfiló el camino de los vestuarios por observar lo que para los demás era evidente, por decirle al colegiado lo que estaba deseando oír para ejecutar la expulsión.

 

Es fácil, muy fácil pitar cualquier cosa, pitar todo, pitar lo que en ningún otro lugar se pitaría. Pulquérrimo reglamento entre el pan para cenar cada fin de semana. A riesgo de confundir nobleza con humillación.

 

Con todo un partido por delante Natxo González siguió en su linealidad habitual y prescindió de un delantero para recomponer la defensa normativa. Y si hay veces que el remedio es peor que la enfermedad ésta lo fue. La entrada de Valetín trajo más desgracias que soluciones.

 

Pese a la inferioridad el trabajo de Febas y el aguante de Eguaras fue suficiente para llegar al descanso sin sobresaltos. A la reanudación empezaría mal y terminaría peor. A los cinco minutos Febas le dio aire a Abdulla para que le introdujese el balón a Alvaro que debería haber estado fijado por Valentín. Debería haber estado y no lo estuvo. Tampoco estuvo atento para meterle el cuerpo al jugador del Cádiz que se aproximaba a su portero desguarnecido fuera del área donde Cristian Álvarez no tuvo más remedio que repeler el balón con la mano.

 

Nueve jugadores preavisados sobre el campo contra la guasa gaditana. Febas salió para dejar lugar a Ratón y a falta de diez minuto sobre el campo mandó el pundonor de Toquero. Hablando de valores y cualidades, pundonor para Gaizka Toquero que lució con sentido el brazalete de capitán en los últimos minutos. Se apuró el final del partido en el área del Cádiz pero no inevitable llegó en el noventa con el gol de Dani Romera. Y allí murió el partido, con una celebración cadista propia de Copa de Europa para un triste y desigual partido de segunda división. No queremos que lloréis, sólo respeto.

 

Pero está claro, para obtener respeto hay que respetarse a uno mismo y eso supone el esfuerzo de mantener la cara alta aunque te la parta. Pundonor y amor propio. Además de fútbol e ideas nuevas por parte del banquillo este Real Zaragoza necesita menos nobleza mal entendida y más orgullo de sí mismo. Menos nostalgia y más ambición.

*Imagen heraldo.es