Desastre de levante

12/09/2016 @Mariluzsanchez

Contundente derrota en el Ciutat de Valencia para el Real Zaragoza, aunque mantiene la segunda posición en la clasificación.

 Todo salió mal. Los vientos del Moncayo que vienen empujando al equipo desde el inicio de la liga, no pudieron salvar el Maestrazgo y se frenaron con la humedad del levante pre otoñal. Y parece que eso volvió del revés a este Real Zaragoza.

Eso y las bajas de Cabrera en la defensa y de Erik Morán en el medio campo. Como ya se adelantó en el partido copero del miércoles frente al Valladolid, ni ellos ni ninguno de los otros nueve titulares tienen recambio de garantías, quizás los laterales sean la excepción y no precisamente por mérito de los suplentes. A Lele Cabrera le suplió Maki Bagnack y a Erik Morán el polaco Wilk.

El resto del equipo se mantiene firme para configurar el entramado táctico de Luis Milla con un sistema que se debate anárquicamente entre el 433 y el 4141 y que se alimenta de la genialidad de Manu Lanzarote, la experiencia de Cani y el buen ánimo de Zapater. Cuando alguno de esos extremos falla o no está al cien por cien las carencias surgen. Reflotan cuando Alberto Zapater tiene que cubrir su posición, apoyar el coladero en el que se convirtió el lateral de Isaac Carcelén y suplir la ineptitud de Wilk para levantar la cabeza y circular el balón en la salida desde la defensa.

Morales y Roger se encontraron cómodos en la autopista de la banda derecha zaragocista e hicieron parada y fonda en el área de servicio que Bagnack y Silva tenían organizada en las inmediaciones de la portería zaragocista. De gasolinero Irureta, poniendo acelerante al incendio con salidas temerarias, fallos a la hora de medir sus dominios y errores impropios del portero de un aspirante al ascenso. No habían pasado ni dos minutos cuando Jason hizo el primer gol levantinista.

El empate en el minuto diez vino del guante de seda que tiene Manu Lanzarote en su zurda. Maravillosa falta sacada desde el lado izquierdo del ataque maño, que buscó con delicadeza el hueco exacto entre el larguero, la escuadra y el guante de Remiro. Parecía que la partida se reiniciaba pero los zaragocistas eran incapaces de hacerse con el tempo del partido. Por contra, los granotas sabían perfectamente por dónde conducir el balón para en pocos movimientos colocarse en franquía frente a Irureta sin la oposición de nadie. Así llegó el segundo gol, el primero de Roger quien se elevó con soberanía y sin oposición para marcar los tiempos canónicos del remate de cabeza y logró sobrepasar a Irureta.

Antes del descanso el naufragio del tercer gol en contra vino de nuevo por la banda derecha y Campaña sólo tuvo que rozar el balón lo justo para burlar la oposición de Irureta, después de ganarle la espalda a toda la defensa maña.

A la vuelta, Milla dejó sentado a Isaac, en principio por problemas físicos, y si bien la entrada de Fran no mejoró la sangría defensiva sí que dio algo más de aliciente en el ataque donde tan sólo se vivía de las buenas intenciones de la tripleta Xumetra, Lanza y Cani y el coraje estéril de Ángel.
Pero antes de que los blanquillos pudiesen intentar recomponerse sobre el césped ya estaba el Levante pisando el área rival, ese lugar imposible de acotar por la retaguardia zaragocista. La superioridad era manifiesta aunque la calidad del ataque del Real Zaragoza todavía daba alguna esperanza a los aficionados y al equipo. Luis Milla se atrevía a desguarnecer -si es que esto era posible- el centro de la defensa para ganar la medular y arrancar de ahí la remontada con la asistencia de Javi Ros. 

Pero justo ahí surgió una figura hasta ahora olvidada en la temporada, la del árbitro visionario. En esta ocasión vio una mano inexistente de Marcelo Silva dentro del área, el esférico pegó en sus costillas y no en su extremidad antes de ser despejado por el uruguayo. Excesivo castigo para quien ya andaba profundamente herido arrastrándose por el espacio- tiempo futbolístico.

Sin embargo, en un último empujón quiso Manu Lanzarote, otra vez, poner algo de dignidad en la caída. Dignidad y honor con un golazo, el segundo de la noche para el catalán, al saque de una falta algo más adelantada que el punto de córner y que entró limpia por el último sitio que podía entrar, allí donde los niños sueñan que algún día lleguen sus chutes.

Trabajo estéril. De nada sirvió porque la sentencia estaba ya echada y los minutos restantes, pese a la entrada de Juan Muñoz pasaron sin pena ni gloria, bueno, realmente con más pena que otra cosa y con más indiferencia que tristeza. Será que a estas alturas las derrotas duelen un poquito menos, será que levante nunca sopló con buen aire para los zaragozanos, será el adormecimiento de tres años tirados en el zulo de la segunda división. 

Sea lo que sea el partido de Valencia y el encuentro copero dejan sobre la mesa y al descubierto una mala mano de cartas para el míster. Ahora deberá moverlas en cada tirada de la mejor manera posible para sacar algo positivo de esta partida puesto que ya no hay margen para cambiarlas.

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