El Real Zaragoza encajó en su casa la primera derrota de la temporada. Cero a uno frente a otro aspirante al ascenso, el Córdoba.
Volvía el Real Zaragoza a la Romareda después de una mala tarde en Leganés. Y como cada partido las expectativas eran grandes, primero porque la exigencia requerida a este equipo así lo indica y segundo porque la irregularidad a la que nos tiene acostumbrados no deja opción a presuponer lo que ocurrirá antes del pitido inicial. Exigencia e irregularidad, mal cóctel para acompañar los desvelos del ascenso.
Las críticas habidas durante la semana sobre la presencia de Aria Hasegawa en el once blanquillo parecieron socavar el instinto de Popovic y el japonés desapareció del planteamiento zaragocista para enfrentar al Córdoba. Ahí se cortocircuitó el juego zaragocista ya que se perdió la velocidad y primer toque que aporta Aria y su lugar lo ocupó un desdibujado Pedro que no encontró ni el sitio, ni el toque ni los compañeros necesarios para que el balón fluyese entre el pivote Dorca-Wilk y Ángel Rodríguez. La debilidad física de Jaime afectó a su frescura técnica y Jorge Díaz no fue suficiente para engranar el esquema. Esquema de líneas blandas contra el que el Córdoba se bastó de Pedro Ríos y el raquitismo del fútbol ordenado de Oltra para desbaratarlo, arrollarlo y vencerlo.
Anoche el Real Zaragoza quedó vencido. En el marcador, con un gol insulso que viene, de nuevo, por la banda de Rico y que llega a la red por un hueco imposible entre Bono y el poste que defendía a su izquierda. Era el minuto dieciséis y hasta el noventa y cuatro se estiró la agonía de un quiero y no puedo. Vencido en las ideas, que ni los jugadores ni Ranko Popovic aportaron dejando pasar los minutos sin intentar nada distinto a la nada que estaban aplicando. Nada.
En la segunda mitad, se introdujo la variante de Ortuño por Jorge Díaz. Es curioso que precisamente lo variable sea lo más previsible de este Real Zaragoza. Pero lejos de aportar la incisión que se había mostrado, por ejemplo, el día que se jugó contra el Almería, Ortuño estuvo torpe y errado en el remate puesto que las ocasiones más claras para igualar el marcador pasaron por él y las desaprovechó. Flaco favor para el ascenso tener un delantero desganado de gol y poco apoyo para la guerra solitaria de Ángel.
La otra variante, como ya sabemos, fue la entrada de Erik Morán por Dorca para intentar dar creatividad a la medular. Cabe indicar que desde ese momento sí es cierto que estuvimos más cerca del área cordobesa pero como quien mira el escaparate sin un euro en los bolsillos. Cero ambición.
El último, esperado por supuesto, cambio fue el de Abraham Minero por Pedro que se retiró lesionado, aunque seguramente esta desafortunada circunstancia no influyó en la cuestión. Abraham al extremo. ¿Y Diego Rico? Colocado con obcecación en la posición defensiva de la banda izquierda. No estaría de más sugerir que, ante la presencia de dos laterales y dada la experiencia previa en la que uno de ellos ha dado más que buenos resultados jugando adelantado, alguien se plantease darles la vuelta. Sólo una sugerencia, tampoco pretendamos desestabilizar el orden del caos zaragocista.
Por lo demás, no hubo nada más. Fallaron todos. Portero en el gol pese a que posteriormente mostró su mejor versión. Defensa lenta en el corte y mal posicionada. Centro de campo desastroso en la contención e inexistente en la creación. Delantera inútil por falta de compañerismo y calidad.
En este punto dan ganas de poner el cartel de cerrado por reformas y no volver hasta el año que viene si esto sigue así. Sin embargo, no sabemos si va a seguir así, fútbol de partido a partido en el que nunca sabes lo que te vas a encontrar. Cara o cruz con la moneda en el aire cada jornada. Precisamente eso es lo único rescatable en la resaca de ayer, las jornadas que quedan por delante. Acabamos de empezar a andar y podemos tropezar, a condición de que sí o sí nos volvamos a levantar habiendo aprendido del golpe.
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