Empate a cero goles entre el Real Zaragoza y el Reus que aleja cada vez más las esperanzas de luchar por el ascenso a primera al final de temporada y aproxima las posiciones bajas de la tabla a los maños.
La fría noche de la Romareda no era el mejor escenario para cobijar en su seno algo que templase los ánimos zozobrantes de este Real Zaragoza. En este momento de la temporada en la que cada cual va encontrando su sitio y definiendo sus batallas los blanquillos andan como un triste hidalgo sin hacienda, vagando por los caminos sobre un jamelgo desdentado. Y hasta aquí la literatura y el relato poético.
A lo que asistieron los aficionados maños en el día de ayer fue una realidad terca que semana a semana va desnudando las carencias de plantilla y entrenador. A la plantilla, suficiente en cuanto a cantidad y calidad, le falta capacidad de competición y sacrificio, están atascados en una mentalidad que da por válido el hecho de intentarlo y si bien es cierto que después de tanto secano ver gotear un grifo esperanza la sed no acaba de saciarse. Por más que hayamos alabado las buenas maneras de Borja Iglesias, Febas, Pombo, Zapater, Delmás, Guti, Buff, Papu, etc., ahora necesitamos que se confirmen las hechuras y plasmen en el campo lo que se les intuye. Tal vez deberíamos dejar de premiar las intenciones y empezar a exigir la profesionalidad por la que cobran.
Tal vez también Natxo González debería repasar su post it de estrategias de nuevo y entender que jugar al ataque no es usar más delanteros y que si lo que quieres es solidez defensiva y ser un equipo rocoso no puedes pedir sacar el balón al toque lento y pausado porque al final te quedas en una indefinición que deja al equipo en modo manta corta, o se nos enfrían los pies o la cabeza. Los continuos vaivenes en las alineaciones de donde entran y salen los jugadores sin aparente razonamiento lógico de comportamiento o rendimiento va agotando la paciencia del impaciente aficionado zaragocista.
Ayer estaba sobre la mesa el posible fin de otro proyecto deportivo. Aunque Lalo Arantegui acalló rumores durante la semana, el ultimato sobre González planeaba en el ambiente. En previsión de estas urgencias en el once inicial se colaron Papu y Vinicius Araujo para acompañar al mejor jugador del mes de octubre de la Liga 123, Borja Iglesias. La diferencia, como siempre la puso Aleix Febas que fue el único que durante la primera mitad encontró los huecos para asistir a Iglesias que parecía lastrado por el peso del reconocimiento y que no fue de encontrar el hueco entre los palos y un acertadísimo Edgar.
El Reus no hizo nada. Básicamente se paseó por la Romareda manteniendo la compostura contra la que el medio campo de Eguaras y Zapater no acababa de encontrarse cómodo. Atrás, Verdasca y Mikel González -sustituido por Grippo antes del descanso por lesión- se mantenían expectantes y Delmás abría la opción de la banda derecha mientras que la izquierda cojeaba de la mano de Ángel.
Las ocasiones fueron para el Real Zaragoza pero los esfuerzos fueron insuficientes.
La segunda parte se esperaba que conllevase la confirmación con goles de lo ofrecido en la primera mitad. No había juego bonito, no era un partido rápido ni animado pero se veía que los de Natxo González eran merecedores de los tres puntos. Se esperaban cambios, movimiento que arrancase los frutos del árbol pero no. Lo que vino fue más de los mismo pero más lento, cansado, agotado porque el entrenador decidió que hasta el minuto setenta y cinco todo estaba funcionando, que ver a Papu incapaz de ofrecer más de sí mismo, Febas aturdido de las continuas partidas y al cada vez más cómodo rondado el área de Cristian Álvarez no eran motivos suficientes para variar la rutina.
Siguió habiendo ocasiones que siguió errando Iglesias que tampoco encontró en Vinicius un amigo. Entraron al rescate Toquero y Buff para los últimos quince minutos y esta vez tampoco fueron la solución. Porque el frío heló también el ánimo de la grada que veía el balón pasar de pie en pie en horizontal, sin avanzar hacia el área contraria mientras el reloj corría en el marcador. Y eso fue lo único que se movió en el campo, el reloj. Los blanquillos languidecieron y el partido murió en poder del Reus. Los aficionados dieron media vuelta en busca del calor que desde el verde no les dieron mientras reprobaban los aplausos a la grada de unos jugadores de los que se espera y se debe exigir algo más. Mucho más.
*Imagen elperiodicodearagon.com
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