Victoria justa del Real Zaragoza frente al Real Oviedo. Los maños aseguran, a falta de un punto y una jornada, el puesto de play off.
No es justo, de hecho es del todo injusto y frustrante. Los aficionados del Real Zaragoza llevamos años aguantando la respiración al final de cada temporada, viviendo acurrucados en la medianía, cruzando los dedos de todas las maneras posibles, creyendo que si movemos un pelo más de la cuenta vamos a desbaratar el castillo de naipes que tanto ha costado levantar. Ahogamos el grito en el miedo.
Hay que empezar por el final para entender esto. Ayer, frente al Oviedo, en la Romareda, cuando restaban diez minutos más el tiempo añadido, a la grada se le desató el nudo de la garganta. Fue justo en el momento en el que el entrenador, desde su palco, decidió que la mejor defensa era más defensas. La decisión que en sala de prensa quedó huérfana, atacó al sentimiento más íntimo del zaragocismo. Una cosa es que sobre todas ellas queramos volver a donde debemos y otra que se nos retuerza e imponga todavía más el temor que ya de por sí portamos. Puede que los jugadores en el campo agradecieran, o digan agradecer, el aporte que realizó Rubén en los últimos minutos, para los que simplemente miramos nos resultó inconcebible que con tanto tiempo por delante se cediese el campo y el balón a un equipo herido que se revolvió hasta el último minuto buscando el empate. El partido iba a morir en el área blanquilla y nuestros corazones no aguantaban más patadas en el orgullo.
La posibilidad de un nuevo empate por exceso de temporización y falta de ambición volvía una y otra vez como una pesadilla a nuestros pensamientos. Ocurrió en Soria, ocurrió en Huesca y ocurre cada vez que no mantenemos el suspense hasta el final en el marcador. Este Real Zaragoza no sabe cerrar partidos, apaciguar el juego, dominar los tiempos y tiene que necesariamente terminar apelando a la heroica. Agotador.
El partido comenzó bien, en el minuto veinte Miño perdió pie con el disparo de Ángel y no pudo recuperar la posición para achicar el remate de Guitián que superó la línea de gol antes de chocar con sus manos. Los ovetenses no creían en el ataque y se proliferaron poco por el área de Manu Herrera, así que ese gol dejó que nos fuésemos al descanso con calma.
Ya teníamos lo fundamental -sigue siéndolo-, el resultado, pero faltaba la actitud suficiente para ganar y a la reanudación, casi como una repetición de lo ocurrido en Huesca tres días antes, los blanquillos se colocaron un metro más atrás y empezaron a dejar pasar los minutos entre la imprecisión de Erik Morán, el decaimiento de Lanzarote e Hinestroza, el pundonor de Isaac y el eterno fuera de juego de Ángel.
Mientras David Generelo empezaba a reforzar las líneas de ataque para los últimos treinta minutos con Susaeta, Linares y Cervero y daban un paso adelante, los de Lluis Carreras aprovecharon para pisar área e incluso marcar el segundo aunque el último pase de Ángel a Cabrera lo invalidase por fuera de juego del uruguayo.
Y ya para qué íbamos a seguir intentándolo, para qué tratar de sentenciar el partido o dejar que los minutos se agotasen en el área azulona. Utopías de leguleyos futbolísticos. Pedro y su indolencia sustituyeron a Hinestroza, Ángel salió para dejar entrar a Dongou a pasearse por el verde y por último el cambio estrella, la pieza clave, el secreto del post it de Carreras, se retiró Lanzarote, ya cansado pero efectivo para mantener al margen el ataque de la banda derecha del Oviedo por contraposición, y entró Rubén para plantarse en línea recta con Guitián y Cabrera. Tocando retirada cuando todavía quedaba batalla.
Y ahí acabó el partido, con el Real Oviedo atacando y el Real Zaragoza acogotado en su propio campo, en su propio estadio.
Se ganó, se aseguró el play off. Eso es bueno, muy bueno. Lo negativo que se cortó un poco más el cable que une al equipo y la afición. Un equipo plano con un entrenador todavía más plano, capaz de convertir en enfado la consecución de un objetivo tan deseado que no cabría espacio para un mal sentimiento. Enfado contenido, por supuesto, nada expuesto -aunque sí explicado- porque seguimos guardando el aliento para los partidos que nos quedan para completar este sueño y cerrar la pesadilla. Seguimos alentando por ti, pequeño león, sólo por ti.
A la vuelta de Palamós izaremos de nuevo las banderas, lanzaremos bufandas al viento y haremos de nuestras almas zaragocistas Pirineos en el llano.
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