Otra vez ocurrió más de lo mismo en La Romareda. Los rivales se llevaron el botín sin hacer demasiado ni ser claramente superiores, aunque esta vez, el Betis supo jugarle muy bien al conjunto maño, aprovechando sus mejores armas. Y, para más inri de los aragoneses, con gol de Rubén Castro. El delantero le tiene tomada la media a los blanquillos, que esta vez provoca su sexta derrota en casa. A este paso se va a convertir en una historia interminable.
Los verdiblancos son un equipo compacto, que practican un buen juego colectivo y suelen tener la posesión. Pero cuando no juegan en el Benito Villamarín, no les importa esperar al rival y aprovechar la velocidad de Nosa, Rubén Castro y Campbell. Además, Beñat controla el centro del campo a su antojo, apoyado por Cañas realizando las labores de contención.
Manolo Jiménez apostó por un once más ofensivo y puso en liza a Edu Oriol en detrimento de Zuculini. Dio el mismo resultado que en los últimos partidos, ninguno. Oriol es más mediapunta y se nota cuando todo el rato el catalán juega hacia el centro. Lo mismo pasa con Víctor Rodríguez, pero al revés. Juega de mediapunta, pero de extremo es más incisivo y lleva más peligro por la banda. Ambos, excepto Víctor en un par de ocasiones, estuvieron grises en el partido.
Los minutos iniciales fueron soporíferos, sin ocasiones ni ningún tipo de peligro, salvo la endiablada velocidad de Rubén Castro, de la que luego sacó provecho su equipo. Todo indicaba que el que marcara primero, se llevaría seguramente el partido. Sin embargo, el Zaragoza reaccionó y con dos ocasiones animó el ritmo del envite. El enésimo centro de Abraham, que lo único que le falla es la finalización cuando llega a línea de fondo, se paseó peligrosamente por el área bética; y Postiga regateó en un mano a mano a Adrián, pero estaba muy escorado y un defensa logró despejar a córner.
Pero las ocasiones más claras fueron tres cabezazos de Álvaro, sobre todo el último, en el que Beñat salvó in-extremis en línea de gol. El Zaragoza hacía daño a los sevillanos en la estrategia, concretamente en los córners que iban al primer palo provocando una segunda jugada. Pero no había manera de que el balón entrara.
El mínimo error, cualquier pérdida innecesaria, se podía pagar caro. Y ocurrió lo peor. En una contra llegó el fatídico gol del Betis. Cómo no, obra de Rubén Castro. Adrián estuvo listo y, nada más recoger el centro de una falta a balón parado, cedió rápido a Campbell. Éste vio enseguida al intrépido atacante, que se encontraba prácticamente sólo, ya que Sapunaru aún estaba bajando. Sólo Movilla se percató de su desmarque, pero nada pudo hacer ante el espléndido pase de Campbell para que el canario se plantara cara a cara con Roberto y no fallara.
Y en la segunda parte, más de lo mismo. El Betis estaba más cómodo que nunca, y el Zaragoza, obligado a remontar para darle una alegría a su afición, atacaba como podía. Pero el conjunto maño no creaba nada de peligro y apenas puso en apuros al guardameta verdiblanco. Mientras, Jorge Molina falló clamorosamente a pase de Rubén Castro una ocasión cantada. Al mismo tiempo, sucedió en el campo una situación curiosa. Sapunaru cogeaba, estaba lesionado, incluso se tiró al suelo, quejándose de dolor. Pero Jiménez, incomprensiblemente, no le cambió hasta pasados unos minutos. Más que nada por la cabezonería y la insistencia del rumano para seguir en el terreno de juego.
La mala suerte de Álvaro
Definitivamente, no era el día de Álvaro González. Uno de los fichajes que más rendimiento está ofreciendo, no tuvo a la suerte de su lado. Se le resistió el gol de cabeza en la primera parte y, en la segunda mitad, cometió un error garrafal, perdiendo el balón cuando el central se disponía a darle salida y poniendo en bandeja la sentencia del partido a Jorge Molina. Además, el cántabro fue expulsado, presuntamente, por decirle a Teixeira Vitienes "tío, qué malo eres".
No cabía otra que ir arriba con todo, pero los maños estaban espesos. Postiga se desesperaba en la punta y no sabía qué hacer, Apoño no le daba la velocidad necesaria al balón y Sapunaru, que seguía cojo, poco podía aportar, hasta que Jiménez decidió cambiarlo por Zucu. Montañés, que estaba desafinado, marcó paradójicamente el tanto zaragocista con un buen tiro desde fuera del área, sorprendiendo a todos. El técnico andaluz introdujo a Álamo y Ortí para darle algo de vida al juego, pero de nada sirvió.
Mucho se puede debatir sobre el estilo de juego del conjunto aragonés, pero bien es cierto que se encuentra más cómodo regalando el balón, esperando al contrario y aprovechar los espacios creados por el mismo. El Zaragoza ha mejorado considerablemente con el balón en los pies con respecto a los últimos años, pero los blanquillos no saben qué hacer cuando se aproximan a las inmediaciones del área rival.
Sexta derrota de ocho partidos jugados en La Romareda, que si no fuera por los excelentes resultados cosechados fuera de La Romareda, los de la capital del Ebro mirarían aún con más preocupación dicha estadística.
Copyright © 2024 Pasión Zaragocista
Desarrollo: Efor Internet + Servicios tecnológicos
Todos los derechos reservados.
Todos los logotipos e iconos son propiedad del webmaster.
Los comentarios son propiedad del que los escribe.