Nueva victoria del Real Zaragoza para seguir enchufado al ascenso.
El pesimismo que nos atrapó después del desastre almeriense, que no fue más que el epílogo a lo Murphy de una racha en la que pensábamos que ya no podía hacerse peor, se va disipando del horizonte zaragocista como la niebla al calor del sol de mediodía. Todavía queda la bruma pero los zaragocistas nos conformamos con un rayo solar para sacar las toallas y las sombrillas y montar un feliz día de verano con algo que celebrar. Hoy daba igual la lluvia torrencial o que el invierno por fin haya llegado a lo que ya se tendría que ir, los maltrechos corazones blanquiazules recibieron un maravilloso regalo de San Valentín, tres puntos y razones más allá del amor de los goles.
Muerto o de parranda, el asunto es que vuelve a latir el pulso de este Real Zaragoza. Éste, el de ahora, no el de ayer ni el que será, el que tenemos hoy y queremos desde siempre. La rehabilitación del electro ha venido de la mano de nuevo de los nuevos. Lluis Carreras ha vuelto a confiar para el Nuevo Arcangel en los recientes fichajes, con la salvedad de que la banda izquierda ha quedado para Fredy Hinestroza que ha encontrado su lugar en el fútbol ocupando una posición algo anárquica entre la delantera y la banda izquierda transitada por Diego Rico y Culio.
Frente a ellos un Córdoba fuerte en horas bajas que no supo imponerse a la presión zaragocista ni al manejo de Javi Ros sobre el juego maño. A los andaluces se les puso todo en contra cuando a los cuatro minutos Cabrera encontró la colaboración involuntaria de Razak para convertir en gol el centro desde el corner de Pedro Sánchez. Para los blanquillos sólo fue el inicio de un trabajo bien hecho puesto que ni cedieron espacio para preservar el resultado ni se escondieron del balón. Por el contrario, la defensa se mantuvo firme y Javi Ros conectó a la perfección con Pedro e Hinestroza para tener presencia constante en el área verdiblanca, aunque sin remate. Ángel permanecia a la espera de su oportunidad. Tan sólo Pedro Ríos consiguió inquietar la firmeza de Manu Herrera que en los dos últimos encuentros parece haber hecho olvidar la figura de Bono.
Volviendo de los vestuarios, Ángel recibe el balón de Javi Ros para llegar hasta línea de fondo y ceder atrás para que el tudelano la deje pasar en franquía para el disparo de Hinestroza. Una nueva losa sobre los cordobeses que todavía entonces creían en poder cambiar su suerte. A partir de aquí surgió la figura de Juan Culio, canchero argentino de pedigrí que decidió que el partido estaba ya resuelto después de que Ángel desaprovechase casi a puerta vacía un gol claro y que le anulasen otro al canario por fuera de juego inexistente, justo antes de que el árbitro ignorase un penalti clarísimo por mano de un defensor del Córdoba. Culio hizo y cobró las faltas necesarias y justas para desarbolar la esperanza rival, controló los balones justos y despejó donde debía hacerlo para conducir lo imprescindible para alejar de su campo el esférico. El control del juego lo puso Javi Ros, el del partido Culio.
En esta ocasión los cambios tuvieron un valor testimonial, salvo evitar que Hinestroza pudiese recibir una segunda amarilla por lo que entró Diamanká a sustituirle, los otros dos recambios no tuvieron transcendencia, ni el de Dongou por Ángel ni el de Dorca por Pedro.
Las piezas encajaron y funcionaron para sumar tres puntos más fundamentamentales en esta escalada. Que no pare de girar la maquinaria porque lo mejor está por venir, lo más duro también. Estamos al pie de la montaña y sólo queda mirar para arriba. La siguiente curva en Pamplona.
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