Paso atrás

16/11/2015 @Mariluzsanchez

El Real Zaragoza cayó derrotado en casa por cero goles a dos. Sale de los puestos de ascenso directo, aunque se mantiene cuarto en la clasificación, y rompe la racha invicta y de portería a cero.

Mañana fría entre la niebla con la que se despertaba Zaragoza para recibir al Real Valladolid en la Romareda y parece que la falta de visibilidad nubló las ideas del Real Zaragoza. 
 
El partido comenzó con un minuto de silencio por las víctimas de los atentados de París, je suis París. Una vez que el árbitro, protagonista indeseado de la jornada matinal, pitó el inicio del encuentro se empezó a respirar pesimismo ya que los pucelanos tardaron sólo dos minutos y un corner en hacerse con el partido. Bono anda con su selección y el arco zaragocista quedó bajo custodia de Manu Herrera, quien todavía debe de estar intentando averiguar cómo y por dónde entra el gol del uno a cero. El absurdo del fútbol llevado de nuevo a una jugada contra los maños. Corner que peina un jugador del Valladolid, Cabrera intenta despejar a media altura junto al poste defendido por Manu Herrera que es incapaz de reaccionar para tapar el balón que entró manso en la portería.
 
No tuvo nada más que hacer el equipo castellano más que defender el resultado. Tampoco tuvo mucho esfuerzo en la defensa puesto que el Real Zaragoza saltó al césped con la pólvora mojada. La posesión del balón no se tradujo en movilidad ofensiva. Por el contrario, Ángel se volvió a perder en la banda sin una portería que guie su juego al frente. Pedro regresaba al once titular pero falto de la chispa que su calidad ofrece a este equipo. Hinestroza lo intentó pero sin encontrar aliados ya que Ortuño regresó a su actitud original de jugar con balas de fogueo, intentando en demasía la jugada individual y perdiéndose en regates imposibles. Al Valladolid le bastó con mantener una escrupulosa línea recta lo suficientemente adelantada, para que los escasos pases que Pedro o Erik Morán eran capaces de introducir a los delanteros acabasen anulados por fuera de juego. Existentes -la mayoría- o inexistentes, esta vez los linieres tenían automatizada la respuesta a cualquier ocasión de peligro de los blanquillos.
 
Un tiro de Ángel desviado por el portero, un disparo desviado de Ortuño y un intento lejano de Dorca fue el balance de la primera parte para los de Popovic. En defensa bien, atentos y rápidos en el corte. La ausencia de Jesús Vallejo apenas se notó aunque su sustituto, Iñaki Olaortua, fue el desgraciado protagonista del comienzo de la segunda mitad del partido.
 
El colegiado Ais Reig consideró contacto suficiente el del vizcaino con el pie de Tiba para señalar el punto de penalti. Suficiente o no, lo cierto es que no llegó a haber contacto y así lo reconoció el propio Miguel Ángel Portugal, entrenador del Real Valladolid, al finalizar el encuentro. Manu del Moral convirtió el penalti para desesperación del equipo local y la grada. Segundo doce de la segunda parte y sentencia para los visitantes. 
 
La remontada se veía muy lejana peleándola con el raquitismo futbolístico que los zaragocistas estaban mostrando. Desde el banquillo todavía se dio un plazo de reacción de treinta minutos para iniciar la ronda de cambios. Primero, Jorge Díaz sustituyó Hinestroza y al menos aportó frescura en la banda izquierda. En el minuto setenta y cinco, el debuntante Iñaki dejó su puesto para reforzar el centro de campo con Sergio Gil. Ya no hubo más ideas ni más rotaciones. Esperar y desesperar viendo cómo los minutos pasaban perdidos por los jugadores blanquivioletas, especialmente por su guardameta Iricibar, y con una única mención a algo similar a una ocasión de gol por parte de los maños.
 
El Real Zaragoza volvió a ser el equipo espeso e inoperante que hace imposible creer en la victoria. El árbitro ayudó a perder la fe. El resultado del marcador confirmó la realidad. Se cortó la racha ascendente, no obstante sabíamos que tenía que llegar. Dentro de los posibles resultados de un encuentro de fútbol la derrota es uno más. Ahora toca levantarse, limpiarse el barro y reencontrar el camino que por allí íbamos bien.

Podemos perder pero no derrotarnos. En Alcorcón volveremos.