PUES TAMPOCO FUE PARA TANTO
Qué bonitos son estos partidos para el aficionado. Todo. Desde el lunes hasta el día del encuentro. Cabreos, piques, la emoción de esa vocecilla interior que te dice muy bajito, muy bajito: "y si..." y te pone mariposas en el estómago, acompañadas de una media sonrisa tontorrona pensando en la posibilidad de lo que verbalizas imposible.
Vas un poquito antes al campo, sientes esa pequeña cuota de vergüenza ajena viendo a los tuyos, a tus vecinos, compañeros de trabajo, amigos de la infancia, padres con niños que juegan en el parque de tu barrio, esperando con ansia y éxtasis la llegada del equipo rival. Y todo eso por más que lleves toda la semana pensando en que no vas a sufrir, que vas a obviar ilusionarte, que es más complicado que nunca, al final, te enciende el orgullo, olfateas los recuerdos ya lejanos y pasas la mano por frente sacando de tu cabeza lo que imaginas del futuro. Empieza el partido.
Orden y prietas las filas era la consigna zaragocista. Para frenar el potencial ofensivo del F.C Barcelona, José Aurelio Gay -e imaginamos que su staff técnico con él- idearon una línea de cinco atrás -quizás demasiado atrás-, incluyendo a Lanzaro junto a los titulares Jarosik y Contini. Obradovic y Diogo cerraban los laterales, o intentaban cerrarlos, ya que parar por un lado a Álves y Pedrito y por el otro a Iniesta es casi una utopía para cualquier defensa media de cualquier campeonato europeo, más aun para la del colista de la BBVA. Y sin embargo, ahí iban pasando los minutos y nada. Doblas se mostraba seguro y la grada con él.
Incluso, la sorprendente por inédita entrada de Braulio como delantero de referencia, hizo a nuestro Real Zaragoza más incisivo. Es curiosa la relatividad de la realidad, ¿más incisivo?, por supuesto, hasta hoy comíamos sin dientes. Qué pena, no haber sabido fabricar más fútbol, tener más fluidez en el pase, la seguridad de saber dónde estará el compañero, qué lastima no ser más ágil organizando el contragolpe, en definitiva, vaya chasco que no funcionen mejor todas esas cosas que dependen del entrenamiento diario y no de lo que la genética repartió a cada uno. O no se explica o no se enteran, la cosa es que no se entienden.
Igual que Lanzaro, Matteo Contini y Jiri Jarosik, no deberieron de comprender muy bien entresemana que cuando un jugador del equipo rival lleva el balón y otro pasa por su espalda dando las buenas tardes, no es necesario que vayan los tres juntos a por el señor que lleva el balón. Debió de haber una interferencia de comunicaciones similar a la que no le permitió llegar el mensaje a Ander Herrera que decía: "Cuidado con perder balones en el centro de campo". Y entonces llegó Messi. 0-1 y un poquito menos de ganas de estar allí sentado.
Pero como todo es relativo, de la seguridad de la goleada y la humillación a la realidad del 0-1 te hace ver la segunda parte de otra manera, con optimismo. Venga, que hoy igual empatamos. Lo pensamos todos menos Ponzio, que en el minuto dos de la segunda parte decidió jugar a "mosca" con Dani Álves, que se derrumbó cual muñeco de trapo tiroteado. Roja y a la calle, el tercer expulsado en tres partidos consecutivos, curioso en un equipo con tan poca intensidad como el Real Zaragoza. Por lo menos el duelo a tarjetas lo ganamos, cinco amarillas a una y dos rojas. Gracias, Pérez Lasa, nunca lo olvidaremos.
Y ahí se plantó el Real Zaragoza, ante el Barça hexacampeón, con 45 minutos por delante y un jugador menos para echar el cerrojo. Dicen que el Barça no quiso correr, que jugó en punto muerto con la inercia de su calidad. Puede ser. O también puede ser que los ciclos, por propia definición, suban y bajen, que con el tiempo se pierda brillantez y queden los resultados. E incluso puede ser que por fin nos hayamos dado cuenta de que el fabuloso Barcelona de Josep Guardiola -el que mea colonia- normalmente juega contra otro equipo, que mejor o peor trata de defender sus intereses. Y el Real Zaragoza lo intenó, timidamente, casi candidamente, pero lo intentó, y si el resto de las jornadas que quedan de liga lo intentasen con el mismo ímpetu que ayer tal vez, y sólo tal vez, encontrásemos algo de luz, una pequeña esperanza a la que agarrarnos. Y entonces llegó Messi. Rebote, rebote, rebote, adiós. Gol al más puro estilo zaragocista.
Justo antes del segundo gol, Gay quiso intentarlo. Remodeló al equipo dejando una defensa de cuatro, introduciendo a Jorge López por Contini para darle algo de juego al centro de campo, donde Gabi no daba a basto, y en punta incluyó a Marco Pérez, saliendo del partido Ander que todavía no había entrado en él. El siguiente cambio fue Boutahar por el minimo Lafita que sigue maullando por el césped. Incomprensible que Boutahar siga sin ser titular y ni siquiera sea el primer cambio.
Así se fue acabando, terminando otro Real Zaragoza-F.C. Barcelona, con la sensación de que tampoco fue para tanto. No fue para tanto ni el juego del Barça, ni la entrega del Real Zaragoza, ni el ruido en la grada, ni el escándalo arbitral. Con el pensamiento de que lo único exagerado que hubo fue la ovación a Iniesta y la certeza de que ya nada es relativamente como antes.
La semana que viene nos espera la maldición de levante. Hasta la próxima victoria.
Ficha del partido (as.com):
0 - Zaragoza: Doblas; Diogo, Jarosik, Lanzaro, Contini (Jorge López, min.61), Obradovic; Gabi, Ponzio, Ander Herrera (Marco Pérez, min.61); Braulio y Lafita (Boutahar, min.76).
2 - Barcelona: Valdés; Puyol, Piqué, Abidal; Alves, Busquets(Mascherano, min.87), Keita, Messi; Pedro (Bojan, min.73), Villa e Iniesta (Thiago, min.71).
Goles: 0-1. min.42. Messi; 0-2. min.66. Messi.
Árbitro: Pérez Lasa, del Comité Vasco. Expulsó, con tarjeta roja directa al zaragocista Ponzio (min.47) y al segundo entrenador, Nayim (min.85). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Lanzaro, Gabi, Lafita, Braulio y Ponzio y al visitante Piqué.
Incidencias: partido correspondiente a la octava jornada de liga disputado en el estadio de La Romareda de Zaragoza ante unos 26.000 espectadores
Anjuel&Salduie
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