Domingo a las 17, afición entregada, equipo y estadio, todo uno. Bufandas al viento, celebrando el juego vistoso de su equipo frente a un equipo en descenso, y a pesar del cansancio, los jugadores siguen esforzándose por su afición. Una afición que celebra con los cánticos conocidos la próxima final de la Copa del rey que se celebrará el miércoles próximo y les enfrentará en el Calderón a Valencia.
Uno es el Getafe y el otro equipo es nuestro Zaragoza.
Pero...¿quien nos iba a decir, no hace tanto, que el equipo que esperaba ansioso la próxima final era el Getafe, y el equipo en descenso era el nuestro?
El aficionado de a pie todavía cree estar viviendo un mal sueño, en el que los suyos son siempre los malos y los demas los buenos...algo demasiado difícil para que sea verdad, algo demasiado duro de aceptar.
Y es que a veces el excesivo optimismo o el fanatismo ciego nos puede hacer perder de vista la realidad. Pero lo que hay es lo que hay. Y normalmente en esta vida, cuando metes la pata muchas veces seguidas al final lo sueles pagar. Y la lógica, aunque no siempre, suele acabar imponiéndose.
Cuidar el equipo, construirlo a base de jugadores con hambre, confiar en una idea e ir de la mano con ella hasta el fín, fichar con visión...son muchos los puntos donde hay que apoyarse para construir un equipo que triunfe.
Equivocarse es fácil, todos somos humanos. Rectificar...rectificar y no volver a tropezar en la misma piedra es más difícil. Es más fácil volver a darse de cabezazos contra el mismo obstáculo una y otra vez.
A día de hoy, a la afición sólo le queda una esperanza. Que la Virgen del Pilar se ponga el manto y nos ayude.
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