Otra vez se escapan los puntos de la Romareda contra Osasuna. Sólo cinco puntos en cinco jornadas para el Real Zaragoza.
Partido de máxima rivalidad el que tenía hoy el Real Zaragoza en la Romareda frente al CA Osasuna.Uno de esos partidos que apetecen por la rivalidad en la grada que siempre eleva la temperatura de los aficionados y porque habitualmente en el campo se suele ver pelea y entrega.Acostumbrados a que sea un encuentro de primera y ahora uno más en el largo peregrinaje de la segunda división.
Los blanquillos de Popovic han saltado al campo con la vuelta del Jesús Vallejo al once titular después de su venta al Real Madrid y la recuperación de Hinestroza y Aria en el ataque. En principio, estas novedades deberían haber mejorado las carencias que se vieron la pasada jornada frente al Córdoba, mejorando la recuperación y salida de balón con Vallejo en la zaga y siendo más incisivos con la velocidad del colombiano y los pases del japonés, pero una vez más la teoría se quedó en eso.
El equipo zaragocista se empeñó una y otra vez en sostener el ataque por la banda izquierda de Diego Rico y Jaime y en buscar opciones con balones bombeados innalcanzables para Ángel. Dorca y Wilk no fueron capaces de sostener el centro de campo, una vez más, ante un equipo al que le sobró con mantener el orden en sus líneas y aceptar un regalo, una vez más, de la defensa maña para conseguir su gol. Nino culminó el enésimo desbarajuste defensivo de los de Ranko Popovic, en el minuto 28 de la primera mitad y ahí murió el partido.
Murió porque el Osasuna demostró más capacidad de sacrificio y sobre todo, lo más lamentable, porque ninguno de los jugadores zaragocistas quiso, pudo o supo resucitar al equipo. O lo que es más grave, porque el entrenador sacó del campo a los únicoS que en un momento dado habían decidido agitar el partido.
La segunda parte empezó con ocasiones para el Real Zaragoza y con el lucimiento de Nauzet en el arco navarro. Aria encotró más balones con los que asociarse a Hinestroza principalmente que por fin aparecía en el partido cuando sus compañeros decidieron sacar del ostracismo a la banda derecha. Entró Erik Morán para sustituir a un desafortunadísimo Albert Dorca y todo parecía un poquito mejor hasta que salió del campo primero Aria Hasegawa y luego Ángel en el minuto 71. A cambio, en el terreno de juego, Jorge Díaz que al menos habrá que reconocer que es un jugador trabajador y Alfredo Ortuño, un delantero esteril, insustancial e insuficiente para aspirar al ascenso -si es que éste es el objetivo, claro-.
Realmente, los cambios fueron los de siempre, los esperados y los sabidos, quizás con la variación de Jorge Díaz por Abraham respecto a otros partidos. Cromo por cromo. ¿Y la variante táctica? porque si al menos no cuentas con jugadores de características distintas, el fútbol requiere que cuando vas perdiendo dejes de hacer lo que quiera que sea que estás haciendo y pruebes algo distinto para modificar el curso del partido. Sin embargo, hay ocasiones en que es mejor no adentrarse en las libretas de algunos entrenadores y hoy ha sido una de esas ocasiones. La nueva disposición de los once de campo consistió en congestionar la línea ofensiva, línea -recta- de cinco y nadie, absolutamente nadie, que hiciese llegar el balón hasta la zona de ataque. Es inconceblible que cuando estás intentando remontar un resultado el primer balón siempre se juegue hacia atrás, que Erik Morán o Wilk -que acabó expulsado- tengan que dar media vuelta y buscar a Vallejo o Cabrera para darle salida al juego. Imposible.
Y así fue acabando la mañana en la Romareda, languideciendo en la impaciencia de la afición que busca culpables al no encontrar soluciones. Se nos queda la duda en el aire: ¿es hora de cambiar? y es más, ¿estamos a tiempo de cambiar?, pero sobre todo, ¿qué cambiamos?.
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