El Real Zaragoza rascó un punto de los Pajaritos pese a la actual arbitral. Mantiene la posición de play off y sigue teniendo al alcance la opción de subir directamente.
La supuesta fiesta del Moncayo terminó, como casi siempre, con una nube gris envolviendo los pensamientos zaragocistas. Esta vez no soplaba cierzo para despejar el nublado que plantó sobre nosotros el señor López Amaya, colegiado andaluz al que no debemos de caerle muy simpánticos los de la ribera del Ebro.
Las cosas empezaron bien. Rubén suplió satisfactoriamente a Guitián en el centro de la defensa, Dorca armó el centro de campo con Erik Morán dominando la situación y arriba Ángel sustituyó a Dongou poniendo en muchos apuros a los centrales numantinos. En el minuto diecinueve llegó el primero del pie del canario que remató una jugada maravillosa de Rubén por la banda derecha que recibió el balón sacado de libre indirecto por Lanzarote.
Espoleado por los seis mil -dos tercios del total del graderío del estadio- desplazados blanquillos, Lanzarote volvió a hacer una de esas maravillas a las que nos está mal acostumbrando. Astuto para aprovechar el error de Valcarce, Manu enganchó un zurdazo impecable e inapelable. Ya estaba, un dos a cero como visitante, más que suficiente para sumar puntos y felicidad a una sólida base de seguridad y confianza que mostró el equipo desde el minuto uno.
Sin embargo, se cometió el error de ceder una falta cercana al área para que Julio Álvarez nos pusiera en peligro. Pero no fue el jugador del Numancia ni uno de los suyos quien nos recortó en el marcador, fue la mala fortuna que pegó en la cabeza de Ángel, rebotó en el pie de Lanzarote y dejó descolocado a Manu Herrera.
Eso sí, la mala suerte no parecía argumento suficiente para desarbolar a este Real Zaragoza que seguía empujando y pisando área rival. Demasiada entereza que había que mordisquear de alguna manera y ahí es donde surgió el protagonista de la noche, con desparpajo y descaro, el bueno de Juan Manuel López Amaya empezó a zarandear a su antojo al Real Zaragoza. Primero expulsando a Dorca más que rigurosamente, por una falta, la única que tuvo tiempo de cometer y una mano que salvo para expertos en trucos de escapismo era imposible hacer desaparecer de donde estaba, de hecho, en jugadas posteriores fue mucho más comprensivo con las patadas, pateamientos -de Valcarce a Lanzarote- y manos involuntarias de los jugadores del CD Numancia. La maravilla de la parcialidad vistada de justicia, justificada en la autoridad y la rigurosa aplicación del reglamento. Nada excesivo ni llamativo, todo medido y con una sonrisa.
Con sesenta minutos por delante y la ventaja en el marcador, el Real Zaragoza se rearmó. Se guarneció reubicando a Javi Ros en el doble pivote con Erik Morán y retrasando a Lanzarote e Hinestroza, atentos a aprovechar los huecos y la velocidad para no perder la referencia del Ángel. Quizás demasiado conservador, posiblemente la opción más sensata.
A la vuelta del descanso, Culio sustituyó a un desaparecido Hinestroza y el Numancia comenzó a apretar aunque tanto la defensa como las intervenciones de Manu Herrera lo mantuvo al margen y sin muchos apuros. Eso dejó huecos para que nuestro nuevo y Lanzarote aprovecharan su velocidad frente a la defensa numantina, lo aprovecharon hasta que se desfondaron fisicamente. Dongou le dio el relevo a Ángel Rodríguez y apretó todavía más a los centrales aunque con timidez en sus disparos, careció del olfato de killer que había mostrado en las últimas jornadas.
El Real Zaragoza aguantaba con pundonor hasta que un disparo desde fuera del área de Iñigo Pérez pegó en la pierna de Isaac Carcelén e hizo inútil la estirada de Manu Herrera. Dichosa mala suerte. Pero el empate no era suficiente para los blanquillos y tanto Dongou como Culio o Dimanka, que había entrado para los últimos minutos lo intentaron pero no acertaron.
El resultado no le debía de parecer suficiente al señor colegiado que decidió alargar el encuentro cinco minutos más otros dos porque entraron las asistencias para atender a Herrera. No sirvieron para que el Numancia consiguiese doblegarnos, sí para que López Amaya expulsase a Lluis Carreras, el hombre hierático al que este árbitro consiguió desquiciar.
Y pese a todo ello, seguimos, no nos rendimos, nos afianzamos en los puestos de play off y no le perdemos la cara a los líderes. Pese a quien pese, Zaragoza nunca se rinde.
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