El Real Zaragoza gana su partido contra el Rayo Vallecano y suma tres importantes puntos para no alejarse de la lucha por las opciones de ascenso.
La Romareda esperaba al final de la semana al equipo que descarriló en el Alcoraz. Inquieta pero con la certeza al ver esta vez el once inicial de que contra el Rayo Vallecano iban a jugar los mejores. Es decir, Aleix Febas recuperaba su lugar en el juego zaragocista, lugar del que nunca y bajo ningún concepto debe dejar de estar; Eguaras formó pivote con Zapater y Julián Delmás retorno al carril diestro.
Natxo González debe entender que lo que funciona no se toca y lo que hace arrancar el motor de este equipo es la clarividencia de Febas, las espaldas de Borja Iglesias, el pundonor de Zapater, la humildad de Delmás y Guti y el oficio de Eguaras y Cristian Álvarez. Esos no son negociables en un Real Zaragoza que tiene que superarse a sí mismo para enfrentar a rivales como los vallecanos que le superan en calidad y táctica.
No hay que asustarse si reconocemos que sobre el papel tanto por plantilla como por clasificación el Rayo puede considerarse mejor equipo. Sobre el papel que se lo lleva el cierzo cuando el árbitro pita el inicio del encuentro.
Ahí, a las seis en punto de la tarde, los blanquillos salieron a demostrar que un tropezón lo tiene cualquiera y que están dispuestos a seguir creciendo y haciéndonos creer.
El Rayo Vallecano inició el partido asentado y haciendo gala de un juego directo y rápido ejecutado a la perfección por Raúl de Tomás, Embarba y Trejo. Pisaban área con facilidad pero su virtud también dejó los huecos necesarios para que Aleix Febas nos hiciera muy felices y Borja Iglesias diese una clase magistral de juego posicional de un nueve o cómo pasar de ser el delantero único de referencia al asistente, desbaratando el orden defensivo rival.
Para el minuto veinticinco ya mandaba el uno a cero en ochentero luminoso del municipal con un no menos vintage cabezazo de Simone Grippo a centro de Eguaras, marcando los tiempos y a bocajarro sin opción para el guardameta.
Y mientras los rayistas insistían una y otra vez en rondar el área de Álvarez, fue Borja el que recibió la pared de Febas, protegió el balón y se la devolvió al de Lleida para que ajustase suave el balón al poste de su izquierda.
Dos a cero y al descanso con sensaciones muy distintas a las del pasado lunes, a las de otros días de empate contínuo.
Es evidente que los madrileños no iban a dejar ir sin más el partido y mientras el recién entrado Mikel González trataba de ajustarse con Grippo en el centro de la defensa, ellos comenzaron su operación de acoso y derribo. Diez minutos tardó De Tomás en abrir su marcador y la afición maña entornó los ojos para prepararse para un nuevo deja vu que se materializó con el empate de Trejo.
Más próxima la derrota que el empate se unieron nuevos soldados a la batalla. Jorge Pombo vino esta vez con ganas de hacer lo que mejor sabe, jugar a fútbol, poner en apuros a los rivales con su velocidad y su regate, levantar los aplausos con su desparpajo y su potente disparo, aquello que en ocasiones olvida que es su mayor valía y le hace deambular anodino e intrascendente. Pero el león encontró a su panda y Pombo y Borja Iglesias convirtieron su alianza en el tercer gol del Real Zaragoza. Un gol bonito, técnico de los que apetece ver la repetición para apreciar cómo el gallegó llegó hasta línea de fondo y amagó al portero con un pase atrás con su zurda para dejar en franquía al zaragozano.
Eficacia. Una nueva característica para describir a este equipo que también supo competir esta vez. Apuró hasta el minuto noventa y dos con Iglesias cuerpeando por el área rival para que el balón no rondase la propia. Peleando el balón hasta el pitido final sin especular. Algo a lo que deben acostumbrarse nuestros jugadores y a lo que darle normalidad y regularidad.
En el fútbol a veces se gana, otras se pierde y puede que incluso se empate, lo que jamás debe ocurrir es que te rindas, que ofrezcas el partido antes de que el árbitro señale el túnel de vestuarios. La segunda división es muy larga y la declaración de intenciones aceptable. Ahora pedimos que pongan el carácter -veáse rasmia- imprescindible para crecer como equipo en base a esas calidades individuales inmaduras que no nos gustaría ver perderse en 280 caracteres o un mal selfie.
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