Los blanquillos consiguieron ayer sumar tres puntos imprescindibles para mantenerse cerca de los puestos de play off y no perder de vista a los líderes de la clasificación en la Liga Adelante.
Reencuentro del nuevo Real Zaragoza con su afición después del regusto amargo del empate en el último minuto frente al Huesca y de la derrota inánime frente al Real Oviedo. En la grada mucho frío, mantas, guantes y ganas de empezar a ver el cambio.
De inicio, el mismo once que compareció -o más bien padeció- en el Carlos Tartiere. En el esquema una novedad que devolvía al fútbol a su esencia, a la sencillez de la norma, ya que Hinestroza ocupó por fin la banda izquierda y Pedro hizo lo propio en el extremo diestro. Sin una base de pauta de juego todavía sólida y ante la candidez de un rival como la UD Llagostera que observaba el juego más que participar de él, el equipo de Lluis Carreras dió un paso adelante, ofreciendo la presión desde el delantero e imposibilitando la creación en la medular rival. A su vez, Erik Morán anduvo vigilante para la recuperación y dar el primer pase de una creación difusa por parte de Diamanka, quien no parece dispuesto a dar el plus de intensidad que se le requiere. Junto a Erik Morán, Albert Dorca jugó liberado de la obligación de frenar a un inoperante rival y se sumó con facilidad a las llegadas al área que propiciaban Hinestroza y Pedro, bien asistidos por Isaac y Diego Rico que ayer pudieron disfrutar de estar exentos de exigencias defensivas perfectamente solventadas por Vallejo y Cabrera.
El partido fue cómodo para los zaragocistas aunque sin fluidez y algo descolocados en algunas fases del encuentro. En el minuto veinticinco, ya avisó Pedro con un remate en el área pequeña a centro de Rico que acaba despejando como pudo René. Dos minutos después, Dorca no supo culminar una jugada individual de Ortuño que recuperó el balón en el medio para encarar hacia el área. El delantero murciano, pese a no tener la recompensa del gol, se comportó de manera trabajadora, buscando cuando no le asistían sus compañeros, apoyando desde arriba las labores defensivas del equipo.
En definitiva, lo de ayer comenzó a parecerse más a un equipo. Y como equipo celebraron el gol de la victoria que vino de la cabeza de Pedro Sánchez, fulminando, casi sobre la línea de gol, un pase que Ortuño sacó desde la línea de fondo cuando ya parecía que se quedaba sin opciones.
En la segunda mitad, con la Llagostera agotada, el Real Zaragoza desperdició una tras otra las ocasiones para aumentar la distancia. Pedro en dos ocasiones y Diamanká hasta en tres no supieron acercar con el hueco entre los tres palos y la presencia del portero. La afición mantenía la tensión en la incertidumbre de saber si su equipo sería capaz de cerrar, por una vez, un partido sin sobresaltos de última hora. Y así fue, el partido murió con el uno a cero.
Lo que no murió sino que más bien revivió fue el fútbol. Esto es, Sergio Gil: en el minuto sesenta y cuatro sustituyó a Hinestroza, para deleitar a los espectadores con una clase magistral sobre qué hacer con un balón en los pies. El canterano ya dió otro espectáculo contra el mismo rival en la Copa del Rey y ayer lo volvió a hacer, volvió a encontrar el espacio con sus pases donde nadie más los ve, volvío a darle sentido a cada uno de los metros de cesped por los que sobrevolaban los balones al primer toque, veía más allá de lo que son capaces de ver sus compañeros. Fútbol nacido de sus botas para dar placer a quién lo ve y a quien lo comparte en su equipo. ¿Y ahora qué?, ¿qué hacer cuando tienes una joya de este nivel entre tus jugadores?, ¿temporizar su crecimiento o dejarle crecer en la batalla?, casi da miedo sacarlo de los algodones y que se rompa, bien por falta de resistencia o bien por falta de calma. Sea lo que sea, este Real Zaragoza debe encontrar su camino de regreso en cada cambio de juego de Sergio Gil, hacer presente su futuro que es el nuestro.
Los últimos minutos también dieron cabida para la presencia de otro chico de la casa, Jorge Ortí, quien parece haberse reencontrado con el fútbol de la mano de Lluis Carreras y que ayer ofreció un poquito más que los dos partidos anteriores. Ojalá el zaragozano se reencuentre igualmente con lo que de él se decía, lo que prometía, antes de las desgraciadas lesiones.
Falta saber si las urgencias del ascenso, el miedo a un año más en el pozo, dejan tiempo y espacio para ver crecer a jugadores como Gil u Ortí, incluso Tarsi, o se busca la vía rápida de la efectividad de los fichajes consagrados que te desguarnecen cada verano. Crecer con ellos o crecer pese a ellos. Cada ascenso hemos crecido junto a alguno de los nuestros, fue Cani y fue Ánder Herrera. Cantera e indentidad suelen dar resultado de éxito en esta ecuación. Veamos si los responsables del club despejan adecuadamente la X.
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