Hace un año estábamos todos enfrascados en los preparativos de la final de la Copa del Rey. Hace un año pasamos un gran día en Madrid, un día de zaragocismo puro y en el que disfrutamos durante buena parte del día. Hace un año hicimos el ridículo y nos pasaron por encima en una final, perdiendo "la 7ª" de mala manera. Hace un año volvimos cariacontecidos y decaídos rumbo a nuestros respectivos hogares.
Hace un año, volviendo por la carretera en dirección a Zaragoza, deprimidos y despues de apenas haber dormido unas horas por el disgusto, nos cruzamos con el autobús del Real Zaragoza, vacío de jugadores, que volvía a casa. Y el ánimo decayó aún más. Entonces, mi hermano se cruzó una apuesta conmigo. Supongo que intentando animarme y animarse él mismo. En una alarde de optimismo y fe ciega, más allá de toda razón y lógica me dijo:
- Ya verás como dentro de un año estamos en Champions League.
Y claro, con el ánimo por los suelos me reí y le dije que no se lo creía ni él. Pero él insistía.
- ¿Que te juegas? ¿Te apuestas algo?.
Al final acepté la apuesta. Si el Zaragoza estaba el día 13 de abril en Champions, ganaba él, si estaba por debajo (donde fuera) ganaba yo. Por si acaso me olvidaba, puse una alarma en el móvil para recordármelo. Después de aquello llegó el final de liga, la despedida de Victor Muñoz, el cambio de dueño, la vuelta de Victor Fernández, D'Alessandro, Diogo, Aimar...en fín, una avalancha de noticias.
La semana pasada recordamos la apuesta. El Zaragoza andaba a 3 puntos del Valencia. Y salvo milagro iba a evitar por los pelos pagar. Sólo una derrota del Valencia contra el Bilbao y una victoria nuestra en casa contra el líder podría hacerme perder la apuesta. Lo que son las cosas, al final perdí la apuesta. ¡¡¡Y que bien!!!
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