El Real Zaragoza ha doblegado por tres a uno al Lugo. Cuarto partido consecutivo sin perder y sumando diez de los doce puntos en liza.
Tarde desapacible con el cierzo dominando el partido y la grada que se iba encogiendo poco a poco según desaparecía el sol entre los edificios aledaños a la Romareda. Pero está claro que el mejor remedio para entrar el calor es el abrigo de los goles y la victoria. Está vez, cuando más amenazaba el termómetro más ardió el municipal.
Con la alineación ya habitual de Lluis Carrearas durante todo el mes de febrero, el Real Zaragoza volvía a la localía después de dos jornadas muy provechosas como visitante. Conociendose ya mejor todos los protagonistas, la propuesta futbolística se va haciendo día a día más atrevida en tanto que los laterales con Diego Rico y Campins trabajan más en la medular que en la retaguardia, mientras que Cabrera y Guitián se reparte la zona para defender el área y apoyar la salida del balón en Erik Morán. El encargado del metrónomo se confirma que es Culio, a su vez Javi Ros genera la conexión necesaria con la delantera aunque el de hoy no ha sido su partido más brillante. Con esta tónica que busca la elobaración desde la portería, aun a riesgo de riesgos infartantes, combinando en transiciones rápidas hasta la posición de Ángel Rodríguez, los blanquillos se enfrentaban a un equipo que también tiene plenamente grabado el adn de su juego, pese a haber perdido en el banquillo al padre la idea en los últimos días. El Lugo es un equipo sólido que conoce sus virtudes y carencias, así que hoy ha tirado de orden y posicimiento para mantener al margen las intenciones zaragocistas durante ochenta minutos.
Los primeros cuarenta y cinco han sido de esos que nunca pasarán a la historia del fútbol, no dignos de quedar en las videotecas de los aficionados. Al margen el temprano lío en el área de Manu Herrera y una ocasión de Ángel desbaratada por el mejor hombre del Lugo, Juan José, su portero.
A la reanudación, el dominio pasó a ser cosa de un sólo equipo. El Real Zaragoza se hizo con el timón de la nave pero no concretó el control con ocasiones definidas que encarasen los tres palos rivales. Manu Lanzarote comenzó a darle la profundidad necesaria a su banda y Lluis Carreras rectificó la contraria con la entrada de Hinestroza por Pedro para jugar con la velocidad del colombiano para rematar el objetivo.
Sin embargo, la de hoy no era la jornada de Manu Herrera. El sistema propuesto por el entrenador obliga al cancerbero a jugar al filo del borde de su área e incluso le incita a abandonarlo sin reparo. La valentía a veces se paga por torpeza y hoy tocaba rendir impuesto. En el minuto setenta y uno, Ferreiro ha cazado un balón bombeado desde la banda sobre el que Manu Herrera a medido mal su salida. El resto lo ha hecho el cierzo. Herrera ha despejado de cabeza muy blandito, lo suficiente para que el balón quedase franco en los pies del jugador lucense para rematar a puerta vacía, con la única desesperada oposición de Campins.
Lo que ocurrió a partir de ahí sí que merece vídeo y espacio en la memoria. Los visitantes, lejos de aprovechar el resultado se han mostrado dubitativos y relajados, al punto de quedarse con diez jugadores por doble amarilla a Seoane. En diez minutos, Culio la dejó pasar en el medio campo, Rico avanzó para centrar al área, Cendrós erró en el despeje, pasó por alto el árbitro el penalti sobre Culio y el balón llegó regalándose para Ángel Rodríguez. El canario vio recompensado su esfuerzo, el de hacer de delantero centro y media punta, el de tener que bajar y retener pases imposibles a la vez que encuentra posiciones de remate. Su octavo gol para ser el pichichi zaragocista.
Pero el empate era del todo insuficiente y arriba y abajo lo sabían. La afición cumplió y el equipo no defraudó. Ahí fue cuando Manu Lanzarote sacó el anemómetro para ver de dónde y cómo soplaba el dichoso aire, bajó el balón y lo puso a su servicio, le marcó las coordenadas exactas en el navegador y lo envió directo a acariciar las redes. Casi tan maravilloso como el ejecutado frente a Osasuna, con la misma delicada mala idea. Con el Lugo plegado y rendido, la rúbrica fue colocada por Dongou que estrenó su cuenta goleadora a base de estar donde se debe, aprovechando el pase de oreja de Lanzarote a pelotazo de un defensa rojiblanco tras centro de Hinestroza.
Y así se apagó la tarde, con tres goles que valen tres puntos y la esperanza reflorando cual llegada de la primavera entre las bufandas blanquiazules. Seguimos agarrados a la pelea, agarrados a nuestro derecho a soñar con volver a ser felices. A tan sólo dos puntos de la opción del play off, a siete del ascenso directo. Precisamente, el próximo domingo esos siete podrán ser cuatro si hacemos del camino a Vitoria un sendero a la victoria.
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